Ernesto
Llegamos al hotel sobre las cuatro de la madrugada. Mi madre corrió a abrazarme cuando ingresamos al apartamento hotel, me llenó de besos y ante esa muestra de amor me aferré a ella. Sus ojos azules seguían igual de intensos.
—Gracias a Dios, regresaste.
—Ese era el plan, mamá. Solo era papeleo. ¿Me estabas esperando?
—En parte —abrazó a Carlos y a David—. El lugar es de cuatro habitaciones, a los guardaespaldas los mandé a dormir a la habitación que alquilaron. Egan y Eugenia utilizaron una. Alexey y María Paula otra. Hay una de las dos camas individuales; esa se las dejé a Carlos y David, en la otra duermen Angélica y Haim—. Una vez lo mencioné, mi corazón se aceleró.
—¿Dónde vas a descansar? —preguntó David.
—Aquí, de todas maneras, no podía dormir, el cambio de horario me tenía loca y los calmantes ya no eran necesarios. Estaba trabajando con la Ciudadela, y Alejo viene viajando con Eros.
—¿Viene Eros?
—Sí.
—Virginia, nosotros nos acomodamos en los muebles y tú ve a dormir