Lyra
El aire dentro de la cabaña era pesado, cargado con el olor metálico de la sangre y el aroma rancio del polvo acumulado por décadas. Pero por encima de todo, predominaba el hedor dulzón y corrosivo de la plata quemando carne licántropa. Kael yacía sobre el colchón desvencijado, su pecho subiendo y bajando en espasmos cortos y superficiales cada vez que su corazón luchaba por latir, el lazo de Mate me enviaba una descarga de agonía que me hacía apretar los dientes para no gritar.
— Alpha Lyra, no tenemos suministros —dijo Torvin, su voz quebrada por la fatiga y el dolor de su propia herida—. Sin instrumental quirúrgico para extraer esos fragmentos de plata, la infección llegará a su corazón en menos de una hora se está apagando.
Miré las manos de Torvin, que temblaban mientras sostenía un trapo sucio el era un guerrero, un Beta leal, pero no era un sanador y en este lugar, en el límite del mundo humano, la ciencia de los lobos no podía alcanzarnos.
— Muévete, Torvin —ordené, m