Lyra
La biblioteca quedó sumida en un silencio solemne tras la salida de Kael y Dorian solo el chisporroteo de la leña en la chimenea acompañaba el latido apresurado de mi corazón. Me giré hacia Silas, que me observaba con ojos empañados por la fatiga y el afecto.
Me senté a sus pies, apoyando mi cabeza en sus rodillas, tal como lo hacía cuando era una niña y él me contaba historias sobre los antiguos reyes lobos.
— Ha pasado tanto tiempo, Silas... —susurré, sintiendo que las lágrimas que había contenido frente a los hombres finalmente se desbordaban.
— Dos meses que han parecido siglos, pequeña Lyra —respondió él, acariciando mi cabello con su mano nudosa—. Cuéntame. Cuéntame qué ha sido de ti desde aquella noche de fuego.
Le conté todo, me hablé de la huida desesperada por el bosque, le conté como mis hermanos me sacaban por los túneles y ellos regresaban a pelear y a intentar detener el incendio, le conté del frío que calaba los huesos y del hambre que me obligó a comer raíces