Lyra
El aire en el despacho estaba pesado, saturado con el olor de la madera de cedro, la tinta, y ahora, nuestro salvajismo, la furia de Kael se había disuelto en deseo y el beso de castigo nos había llevado a la consumación en el sofá de cuero del Alpha, un acto más desordenado y urgente que el de la noche anterior esta vez fue una fusión desesperada de dolor y reclamo territorial.
Ahora estábamos allí desnudos el uno junto al otro.
Su brazo poderoso rodeaba mi cintura y mi cabeza descansaba sobre su pecho, escuchando el latido lento y fuerte de su corazón, el silencio era diferente al de la mañana era un silencio de pacto sellado, de cuerpos saciados por un instante fugaz, me permití la ilusión de que este era mi lugar.
— Kael —susurré, mi voz apenas un hilo, rompiendo la calma, me atreví a mover mi mano, acariciando la piel firme de su abdomen.
Él tarareó en respuesta un sonido bajo y satisfecho.— ¿Qué va a pasar con nosotros? —La pregunta pendía en el aire como una sent