Umara dio un paso atrás, en cuestión de segundos Cassandra se había movido de su posición contra la pared , llegando peligrosamente cerca de ella, incluso con los barrotes de por medio.
Tragó en seco.
El aspecto de Cassandra era deplorable, estaba sucia y despeinada, su piel tenía un color paliducho, enfermizo. Sus ojos estaban hundidos y sus labios resecos y cuarteados. No quedaba rastro de la mujer altanera y hermosa que tantas veces había intentado humillarla.
—No necesito tu lástima.- espetó la prisionera entre dientes.-habla, ¿por qué has venido a atormentarme?
Umara se mordió el labio inferior, insegura de cómo formular la pregunta.
—¿Somos estériles?- susurró.- ¿desde cuándo has envenenado a las chicas del harén?
Cassandra recorrió a Umara con la mirada, desde la punta de sus suaves y enjoyadas zapatillas hasta las diminutas perlas que adornaban sus cabellos.
—No.- murmuró Cassandra.- todos mis planes, todas mis estratagemas fueron frustradas por mi propia ignorancia. De no ha