La Libertadora:

Umara:

—Había oído que una nómada era esposa del Emperador y que esa mujer era capaz de realizar grandes prodigios. Como no te encontré entre las víctimas de la matanza creí que tal vez habías escapado y arribado aquí. He estado en la ciudad desde hace una semana, intentando comprobar si la Luna eras tú o no, incluso pedí una audiencia en Palacio, pero me la concedieron para dentro de un mes.

Mis mejillas se tiñen de rojo.

—Lo cierto es que madre me vendió a un mercader de esclavos, y él me trajo aquí.

Padre contrae su rostro en una mueca de horror. Ahora que le tengo más cerca soy capaz de notar más claramente las profundas líneas que el sufrimiento y el largo viaje han creado en su rostro.

—Debiste sufrir lo indecible.

—Tal vez, pero pareciera que han pasado miles de años desde entonces.

—Ember nunca fue capaz de apreciarte, hija mía.- susurra, colocando su mano sobre la mía, refiriéndose a madre.- siempre prefirió a Ursu y a Mira por lo hermosas que eran consideradas. Eran mis hija
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