Luca entró de nuevo en la habitación 703, esta vez bajo la mirada resignada pero vigilante de Emilio desde el pasillo. Las dos enfermeras lo siguieron discretamente, observándolo desde el umbral, siguiendo las órdenes implícitas del Dr. Ramírez de no interferir pero mantener la supervisión.
Se acercó a la cama. El alivio inicial de ver el ritmo cardíaco estable en el monitor se desvaneció al verla de nuevo. El breve sonrojo inducido por la adrenalina del paro se había ido, reemplazado por la palidez cerosa de antes. Parecía increíblemente frágil, como si la reciente lucha la hubiera dejado aún más exhausta, más alejada.
Las lágrimas volvieron a sus ojos. Había estado tan cerca de perderla. Necesitaba hacer algo más, algo que la anclara, que la hiciera sentir su presencia de una manera más profunda. No podía simplemente tomar su mano y esperar.
Se giró hacia las enfermeras, su expresión era una súplica silenciosa.
—Por favor... —dijo