Mundo ficciónIniciar sesiónEl eco de la operadora —«El número que usted marcó no existe»— seguía resonando en la mente de Guillermo mucho después de haber guardado el teléfono. Era un eco metálico y frío que se mezclaba con el pitido rítmico de los monitores que mantenían a su madre anclada a la vida. Sentado en la incómoda silla de plástico junto a la cama del hospital, Guillermo se dio cuenta de que el mundo, su mundo, no solo se estaba cayendo a pedazos. Ya se había hecho cenizas.
Jamás pensó ver a su madre así, convertida en una figura frágil y pálida, un mapa de venas azules bajo una piel casi traslúcida, perdida en un silencio del que nadie sabía si regresaría. Durante años, él había sido un experto en el arte de la negación. Había ignorado los susurros tras las puertas cerradas, las largas tardes en que su madre se encerraba en su habitación con una «migraña», los moretones ocasionales que ella justificaba con torpeza.Siempre había una excusa, una explicación que él aceptaba con un alivio culp






