—No lo sé —respondió Elara mientras se cambiaba:— Nosotros solo hacemos lo que el cliente nos pide.Se puso la ropa rápidamente y salió de casa a toda prisa.
La casa se quedó en silencio, solo estábamos Patricia y yo.
Me asomé a su habitación; la puerta estaba entornada, pero casi cerrada del todo. No se oía ningún ruido, así que imaginé que ya estaría dormida.
No volví a la habitación de invitados.
Preferí quedarme a dormir en el sofá del salón.
Así, si pasaba cualquier cosa, podría enterarme enseguida.
No llevaba mucho tiempo recostado cuando, de pronto, empecé a oír unos sollozos.
Venían del cuarto de Patricia.
Me levanté con cuidado y me acerqué a la puerta, caminando en puntas de pie.
Pegué el oído y confirmé lo que ya sospechaba: Patricia estaba llorando.
Quise entrar y consolarla.
Pero eran altas horas de la noche… y me daba pudor aparecer en su habitación así, de repente.
Sin embargo, fingir que no escuchaba nada tampoco me salía natural. Sus sollozos eran demasiado claros, dema