Pero las palabras de Fabián acababan de destruir por completo cualquier ilusión que pudiera ponerme al nivel de alguien como él.
En ese preciso momento, la frustración me invadió por completo. Sentía que acababan de cerrarme la única puerta que creía tener abierta.
Justo cuando estaba por rendirme mentalmente, Fabián me volvió a hablar:
—Aunque no puedas alcanzar mi nivel en fuerza, si desarrollas una técnica en combate, podrás defenderte sin problema alguno.
Mi primer pensamiento fue: ¿¡Y por qué no dijiste eso desde el principio!?
Me había hecho pensar que todo estaba perdido.
Claro, eso solo lo pensé, no me atreví a decirlo en un tono de voz alta.
—¡Maestro, por favor, guíeme! —le pedí con humildad.
Fabián sacó una tarjeta de presentación y me la entregó.
—Aquí tienes mi contacto. Cuando te recuperes de tus heridas, llámame.
Tomé la tarjeta con respeto y la guardé con mucho cuidado. Luego conversamos por un rato. Unos minutos más tarde, él se fue a reunirse con Carlos, que ya había