Alodia llevaba puesta una bata larga, tipo camisón, en un tono rosa malva muy elegante, con un diseño que se podía apreciar que era de alta calidad. A pesar de ser una prenda de descanso, en ella se veía sofisticada y seductora sin perder el decoro. Su porte, como siempre, era distinguido, con ese aire de dama que sabía muy bien cómo manejar su presencia.
Pero yo, siendo un hombre joven, no podía evitar sentirme un poco incómodo por esto. Entrar así, a solas, y verla vestida de esa forma tan seductora… no parecía ser lo más apropiado.
—Señora Alodia, ¿no quiere ponerse una chaqueta encima? — le sugerí con mucha amabilidad.
—Ni lo sueñes. Con este calor que está haciendo, ¿tú crees que voy a abrigarme? —Respondió con cierta naturalidad, sin darle importancia al asunto—. En mi casa siempre ando así. Ya te acostumbrarás. Anda, entra de una vez.
Como ella parecía despreocupada, no quise insistir más sobre ese tema. Si lo hacía, hasta podía parecer que tenía otras intenciones, y eso era lo