—¿En verdad se fue? —pregunté, con una mezcla de sorpresa y desconfianza. Conociendo a Lucian, no me parecía alguien que con facilidad aceptara una orden y se marchara sin más.
—Sí se fue, Óscar —afirmó Viviana—. Lo vi con mis propios ojos. Se subió al auto y partió. Lo de anoche no lo sabía. Si me hubiera enterado de lo sucedido, te juro que lo habría detenido.
—No te estoy culpando. No tienes por qué sentirte responsable por él—le respondí, sincero.
Viviana pareció extrañarse por mis palabras.
—¿Esta vez no me vas a echar la culpa?
—¿Y por qué lo haría? No fuiste tú quien le ordenó matarme, ¿no es así?
—Quizás fue por buscarte… por eso él terminó con ese impulso de querer hacerte daño —dijo en voz baja.
No tuve cómo contradecirla. En el fondo, tenía algo de razón. Así que suspiré resignado y solté:
—Bueno… entonces mejor no vengas a buscarme más, ¿sí?
—¿Lo dices en serio?
—No, es una broma —contesté, riendo con suavidad—. Eres mi paciente. Que vengas a consulta es algo perfectamente