—¡Ni loco que estuviera! Si me atrevo a preguntarle eso, María me mata sin pensarlo dos veces —respondí con determinación, rechazando de inmediato la absurda propuesta.
Alodia suspiró, algo frustrada:
—Ay, este hija mía… ¿no será que en realidad es indiferente? ¿Y si planea quedarse sola para siempre, sin pareja, sin llegar a casarse? Me da una pena terrible. Si nunca llega a experimentar lo que es estar con un hombre, eso sería muy triste.
—Cof, cof…
No pude contener una tos nerviosa. Esta mujer sí que sabía soltar todo tipo de bombas sin previo aviso. Yo ya no sabía si taparme los oídos o salir corriendo.
—Óscar, mira aprieta un poco más. Así no siento nada.
—¿Y así? —pregunté, intentando ajustar un poco la presión en el masaje.
—No, más fuerte. Me gusta más… directo y sin tanta delicadeza.
—¿Y ahora?
—¡Ah… así sí! Ahora sí que lo estoy disfrutando…
Justo en ese instante, María estaba en la puerta de su casa, sacando la llave. Al llegar, escuchó algunas voces desde adentro.
Al princi