—Así se colocan los dedos, tal cual. Solo tienes que mantenerlos rectos, sin doblarlos ni por un solo instante —le dije mientras me esforzaba por mostrarle con claridad el gesto.
De repente, Alodia se acercó coqueta y tiró de la cintura de mi camiseta:
—Tu ropa es demasiado ancha y me tapa la vista. ¿Por qué no te la quitas? Así podría ver bien.
—Señora… eso no es apropiado —le respondí de inmediato, con cierto nerviosismo.
—Entonces al menos súbete la camiseta un poco, solo para que vea mejor.
No tuve opción alguna. Levanté la parte inferior de mi camiseta hasta el pecho, dejando a la vista el abdomen.
Volví a explicarle, tratando de mantener la compostura.
—Mire muy bien, así se colocan los dedos. Una vez que estén en su sitio, el espacio que queda entre el índice y el medio es justo donde se encuentra el punto que buscamos.
—¡Ay, no! Siéntate bien, que desde aquí no alcanzo a ver —dijo mientras volvía a tirarme, tratando de acomodarme a la fuerza.
Llegó un momento en que tenía mucho