El punto de quiebre

Punto de vista de Rafael

Vi su mano bajar más por su espalda.

Todo lo demás desapareció. El salón, la música, los cientos de invitados… todo se volvió ruido de fondo. Solo podía ver la mano de Silas Castellano sobre el cuerpo de Teresa, moviéndose donde no tenía derecho a estar.

Mi Teresa. Mi mujer. Aunque ella no lo supiera. Aunque yo hubiera pasado meses fingiendo lo contrario.

Mía.

Empecé a andar, luego a moverme más rápido. La gente se apartaba, seguramente sintiendo la violencia que irradiaba de mí en oleadas.

La vi intentar apartarlo. Vi el pánico en su cara. Vi cómo él apretaba el agarre, cómo se acercaba más, cómo su mano bajaba aún más…

Mi puño impactó contra su mandíbula antes de que mi cerebro registrara del todo la decisión de golpear.

El golpe fue satisfactorio. Hueso contra hueso. El crujido del cartílago. La sangre salpicando su cara.

Silas soltó a Teresa, tambaleándose hacia atrás, y yo me interpuse entre ellos. Protegiéndola. Protegiendo lo que era mío.

«No la tocas».
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