Punto de vista de Rafael
La había estado observando desde que subimos al avión. Teresa iba sentada frente a mí en el asiento de cuero crema, aferrando los reposabrazos como si fueran lo único que la mantenía viva.
Y se había puesto pálida, como si toda la sangre hubiera abandonado su rostro.
«Señorita Morales». Mantuve la voz neutra. «El proyecto de Morrison Tech. Sáquelo en la tablet».
No se movió. Ni siquiera parecía haberme oído.
Fruncí el ceño. «¿Señorita Morales?»
«Perdón». Su voz salió débil. «Solo… deme un segundo».
El avión rodó por la pista, tomando velocidad. Su agarre en los reposabrazos se apretó aún más. Cerró los ojos con fuerza.
Y de repente lo recordé.
Teresa le tenía pánico a volar. Habíamos hablado de eso una vez, hace años, cuando le propuse un viaje de primavera a Cancún. También se había puesto pálida entonces, me había confesado que solo había volado dos veces en la vida y ambas habían sido horribles. Las alturas en general la ponían nerviosa, pero estar encerrad