12. La rosa blanca.
Armándose de valor para doblegar su orgullo y pedir ayuda, Emma se mordió el labio herido.
— ¿Puede? ¿Contratar a alguien joven que pueda mantenerlas a salvo? Se necesitaría un guardia de día y otro de noche. — se atrevió a pedir a pesar de esperar una negativa. — yo también me mantendré cuidando de ellas. —
Daniel sonrió. Aquella, era la primera vez que Emma lo miraba sonreír, y no era nada desagradable de ver…su sonrisa, parecía sincera.
—Bien, lo hare, por esta noche pondré a alguno de los guardias a hacerlo, y mañana ya tendré a los contratados para el trabajo. — prometió.
Emma se sintió complacida y feliz, pero negándose a mostrarlo, solo asintió.
—Se lo agradezco, alteza. —
Desde la distancia, Mónica apretaba el pañuelo en sus manos. Emma y Daniel Lancaster no debían de llevarse bien. Ella, y nadie más que ella, debía ser la Duquesa de Balmoral, por ello era que se había metido con Eduardo en primer lugar.
—Maldita sea la hora en que la nueva reina cambio las reglas del juego, a