Yo era la que estaba a punto de devolver cada golpe con una verdad.
Él bajó ligeramente la mirada a mis labios, y los recuerdos de anoche me golpearon: su mano sosteniéndome el rostro, su pulgar rozando mi herida con una delicadeza que dolía… y ese casi–beso que se quedó suspendido en el aire como una deuda pendiente.
—Si vuelves con él ahora —dijo despacio, como si midiera cada palabra—, terminará por destruirte antes de que puedas derribarlo.
Mi pecho se tensó.
Él no sabía nada aún del plan completo…
Pero entendía la esencia: que lo que yo estaba por hacer no era huida, era ataque.
—Tú no naciste para arrastrarte detrás de nadie, cara mía —añadió—. Naciste para verlo caer desde arriba.
Una descarga eléctrica me recorrió la columna.
Porque era cierto.
Adrián nunca sospechó que la mujer “sumisa” que lo esperaba en casa era la misma que en dos días iba a exponerlo frente a toda la junta. Con su propio dinero robado. Con su amante embarazada como prueba viviente de su traición.
Luciano