A través de la ventanilla del carruaje, apenas iluminada por la tenue luz de la luna, vi a lo lejos cómo Enzo se transformaba en su forma de lobo.
Su pelaje oscuro como la noche brillaba bajo la lluvia mientras emprendía su camino hacia el bosque, alejándose de mí sin mirar atrás.
El carruaje siguió avanzando hacia el castillo, pero yo apenas sentía su movimiento.
Mi corazón pesaba demasiado.
Lloraba en silencio, desgarrada por la discusión que habíamos tenido.
Las palabras de Enzo retumbaban en mi cabeza una y otra vez, tan frías, tan dolidas.
Pensaba en lo dura y obstinada que había sido con él.
Después de todo lo que había hecho por mí, de todo el riesgo que había asumido solo para ayudarme…
¿Y así era como le pagaba?
Me odiaba por haberle causado ese dolor.
Me odiaba más aún por saber que en el fondo, él creía que volver a ver a Dante había removido algo dentro de mí.
¡Nada más alejado de la realidad!
Si algo había sentido, era repulsión.
Cuando llegamos al castillo, bajé del carr