Al escuchar la voz de Freya, Jorge se apresuró a cubrir con su cuerpo imponente a Lucrecia, no podía permitir que la futura Luna la descubriera, porque eso significaría que las aventuras del alfa quedarían al descubierto, y con la presión que el Consejo estaba ejerciendo sobre ellos, aquello resultaba muy peligroso.
—Jorge, ¿qué estás haciendo aquí a esta hora?—preguntó Freya con evidente curiosidad.
El beta no contestó, así que Freya se acercó aún más.
—Me pareció escuchar la voz de una mujer—le dijo.
—En efecto, mi Sra, se trataba de compañía femenina para mí, los lobos de alto rango tenemos permitido ese tipo de privilegios—.
—¿Aquí en el castillo?—gritó horrorizada mientras se llevaba las manos al rostro.
—Así es, el alfa lo sabe y no tiene ningún problema con eso. Freya estaba a punto de reaccionar con furia por el comentario de Jorge, pero prefirió quedarse callada y no hacer un escándalo, después de todo las aventuras del beta era algo que a ella no debería importarle.
—Sí