Justo cuando Isla se había deslizado en el regazo de Leonardo, rozándose los labios con los suyos, su teléfono vibró con fuerza contra las sábanas.
Leonardo exhaló con fastidio y miró el identificador de llamadas.
Administración de la Morgue del Hospital
Su expresión cambió al instante, como la de un actor que se cambia de máscara en plena función.
Contestó.
—¿Señor Leonardo? —La voz de la administradora era oficial, cautelosa—. Necesitamos que venga a firmar unos documentos de la autopsia. Todavía figura como su cónyuge legal. No se ha actualizado nada legalmente, así que… para que conste en acta… su firma es necesaria.
Leonardo, al instante, dejó que su voz se quebrara ligeramente.
—Dios mío… sí, claro… —murmuró—. Estoy… estoy destrozado… Iré enseguida. Necesito… necesito verla.
La administradora intentó suavizar el tono.
—Sentimos mucho su pérdida, señor.
Cuando terminó la llamada, los hombros de Leonardo se quedaron inmóviles.
Entonces soltó una carcajada fuerte y amarga.
Como si