La puerta se abrió y fué la presencia de Evelyn la que llenó el umbral. Estaba envuelta en un sofisticado vestido de seda esmeralda, su cabello recogido de manera elegante y una mirada que ocultaba un atisbo de disgusto mal disimulado.
—Oh, aquí estás —su tono sonó ligero, pero en su voz se escondía una nota áspera, una grieta apenas perceptible. Todos allí sabían que odiaba haber encontrado a Brendan a solas con Chloe.
Chloe dió un paso atrás, como si la irrupción la hubiera liberado de un embrujo. Evelyn le daba la clase de mirada que sonreía en la superficie, pero goteaba veneno en lo profundo, tan sutil que solo quien era su blanco podía notarlo.
—Thomas está buscándote, Chloe —mencionó entonces, sin perder su máscara de amabilidad, mientras avanzaba hacia Brendan con la naturalidad de quien se cree dueña del lugar y todo lo que hay en él.
Sus dedos, demasiado seguros, se cerraron alrededor de la muñeca de Brendan, tirando de él hacia sí con gesto posesivo. Y antes de que Chloe pu