La voz de Thomas atravesó la cocina como un trueno que borró toda risa. Chloe giró sobre sí misma con un sobresalto, Brendan aún tenía su muñeca atrapada. El contacto se volvió fuego en su piel, y ella se apresuró a zafarse justo antes de que Thomas cruzara el umbral.
El contraste entre ambos hombres era abrumador. Thomas, impecable a pesar de la lluvia que perlaba su abrigo oscuro, caminaba con la seguridad de quien sabe que todo a su alrededor le pertenece.
Brendan, en cambio, permanecía recostado contra la pared, con la camisa arremangada y el cabello algo revuelto, como si hubiese emergido de un torbellino. Uno era control calculado, el otro, caos disfrazado de calma.
Thomas sonrió al verla, una sonrisa que más parecía un sello de propiedad que un gesto de afecto. Se inclinó y dejó un beso sobre la boca de Chloe, breve pero suficiente para marcar territorio frente a la mirada de Brendan.
—Regresaste temprano —dijo Chloe, obligando a su voz a sonar alegre.
Ella sonreía pero era con