99. Epílogo
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Una habitación envuelta en penumbras, apenas iluminada por un resplandor rojo y tenue. Una cama amplia, jadeos entrecortados y una mano posesiva rodeando su cuello, impidiéndole escapar.
Nayla intentó hablar, pero una boca voraz devoró la suya con un hambre feroz, cargada de pasión. Unas manos recorrían su pecho, su corazón latía asustado, confundido. Todo era demasiado difuso hasta que alzó la mirada y se topó con unos ojos de un azul letal, casi sobrenatural.
—Mía —susurró una voz profunda.
Nayla se incorporó de golpe en la cama, con la frente empapada de sudor. Sus ojos, abiertos de par en par, recorrieron la habitación con pánico. Poco a poco, su respiración se calmó al reconocer las paredes familiares de su cuarto. Solo había sido otro sueño. Otra de esas pesadillas que la acosaban noche tras noche.
¿Por qué siempre soñaba con eso? No era un recuerdo, sino una maldita pesadilla que se repetía como un disco rayado. Estaba agotada de lidiar con ellas.
—¿Hija? —La voz de su ma