85. Recuperar lo perdido
Kaien terminó de esparcir la crema sobre la mejilla inflamada de Medea. Dejó el tubo en la mesa de noche y luego posó en ella una mirada llena de enojo.
—¿Por qué no me lo contaste antes? —recriminó—. Lo que hacía Mirka.
—Temía que no me creyeras —confesó con la vista clavada en el suelo—. Era tu amiga de toda la vida y yo...
—Eres mi esposa —la interrumpió, estrechándole las manos—. Tenías que hablar conmigo. Se supone que entre nosotros hay confianza.
—Quise que lo comprobaras por ti mismo —replicó—. Que vieras cómo te deseaba y lo que tramaba con Elian a nuestras espaldas. Hice lo que pensé que era correcto.
Kaien bajó la cabeza, atravesado por un pinchazo de culpa.
—Lo siento —susurró—. Confiaba ciegamente en Mirka, estaba convencido de que compartíamos una amistad sincera. Jamás imaginé que sintiera algo hacia mí. Nunca la miré de esa forma, siempre la consideré una hermana.
—Kaien...
—Y pensar que dejé a alguien así al cuidado de mi hija —resopló, negando con un amago de sonrisa