35. Exesposo desesperado
Saphira sonrió con los ojos llenos de malicia al leer aquella carta, pero se apresuró a borrar la expresión de su rostro cuando Elian, que en ese momento parecía un cadáver andante, recogió todo del suelo y lo guardó en el sobre sin decir palabra.
—Elian... —intentó sujetarlo del brazo para hablarle, pero él se zafó sin mirarla siquiera y se encerró en su habitación.
—Entonces, ¿la señora todo este tiempo...? —murmuró Luna fingiendo estar consternada—. Dios... ¿Y actuó como si no supiera nada?
—Es una perra —espetó la castaña, entre enfadada y satisfecha—. Fingió todo este tiempo, la muy desgraciada, sufriendo en silencio, claro.
Le gustaba imaginar que, cuando le habló de su embarazo, Medea ya supiera perfectamente de quién era el bebé. Empezó a atar cabos enseguida. Claro, por eso sus cambios de actitud, por eso se había vuelto fría con ellos, por eso los despidos repentinos del personal.
—Señorita... eso significa que ella ya sabía que la niña Alin no era su hija —le señaló Luna—.