29. Una extraña insinuación
—Ahora mismo me vas a decir qué pretendes, Romina —le recriminó Elian al oído—. ¿Te divierte hacer esto? Medea estaba a mi lado, maldita sea. ¿No te conté el problema que tuve con ella por tu culpa?
—El que debería reclamarte soy yo —contestó ella con furia—. Tanto que decías que era fea e inútil. Esta noche no vi nada de eso. Eres un mentiroso. Y cómo la protegías... todo preocupado. ¿Crees que soy estúpida?
—Es mi esposa —apretó la mandíbula, conteniéndose—. Es lógico que me muestre considerado en público. Y más si está ciega.
—Pues a mí no me importa. Se supone que eres mío.
—¿Y tú? Viniste con ese bastardo. ¿Qué haces con él?
—Ya te lo dije: también me importa. Es mío —respondió con descaro—. Los quiero a los dos.
A Elian no podría importarle menos. Odiaba a Kaien con cada fibra de su ser, pero tampoco se enorgullecía de acostarse con Romina. La verdad, no sentía que estuviera traicionando nada valioso. Aquella mujer le resultaba tan desagradable que aún se preguntaba cómo no habí