El médico salió después de atender al hombre, limpiándose las manos con un gesto cansado.
—¿Cómo está?! —exclamó Paula, con el corazón en un puño, temiendo lo peor.
El doctor suspiró, como si tratara de aliviar la tensión del momento.
—Fue solo un roce de bala. Estará bien. Le dejé antibióticos y analgésicos, debe cuidarse mucho, porque una infección podría complicar las cosas. Mañana volveré a revisar cómo sigue. Por ahora, lo mejor que pueden hacer es vigilarlo y no dejarlo solo.
Paula cerró los ojos con alivio, agradecida, y luego miró hacia la habitación donde él descansaba.
Apenas el médico se fue, tanto ella como Viena entraron.
La escena fue desgarradora. Norman, el hombre fuerte, rebelde e indomable que conocían, estaba tendido en la cama, pálido, débil, con el sudor parlándole la frente.
Su respiración era pesada, cada movimiento parecía dolerle.
Viena se quedó quieta al verlo. El solo hecho de contemplar su fragilidad le produjo un escalofrío que le recorrió todo el cuerpo. S