Atraídos por el destello que partió hacia el cielo, Derek fue el primero en llegar no podía evitar los malos presagios, el terror de llegar demasiado tarde, aunque esto era algo que jamás habia visto en toda su larga vida.
Los mellizos tardaron en reaccionar y esperaron en el sitio donde se encontraban, asombrados por aquel misterioso acontecimiento, hasta que la copiosa centella de luz desapareció dejando un amplio y hermoso cielo azul.
Se miraron y asintieron para tomar camino hacía el gran árbol.
Derek abrió sus ojos impresionado, un torrente de lágrimas se acumuló debajo de sus prominentes iris azules, el pelirrojo al ver a su hermano de inmediato corrió y lo cogió entre sus brazos. Lo apretó con fuerza, las lágrimas salieron de sus ojos, su hermano estaba vivo, su mejor amigo estaba de regreso.
—¡Estas aquí!, —al envolverlo con sus brazos comprobó que sus ojos no le mentían, no era una ilusión, era él y podía tocarlo, abrazarlo y sentir su calor. —No lo puedo creer, estas aquí