Cargad d un odio infinito se echó para adelante, con las únicas fuerzas que poseía le arrebataría las palabras de la boca. El odio hacia Conan no tenía limites, su corazón era una piedra y solo se manejaba por la razón y la codicia.
Conan espero el golpe, suspiro observando como el débil cuerpo de Camila se acercaba a todo galope, jamás imagino que las cosas llegaran hasta este punto, en realidad no estaba seguro de cuál sería su propia reacción.
Elevo la vista, Edmundo decidió con un salto enfrentarse a su hermano mayor, pero un deslumbrante lobo blanco intervino en su decisión, atacándolo por un costado embistiéndolo antes de que pudiera tocar a Conan.
—¡Jena!
Con un alarmante chillido cayó contra la dura tierra, giraron unos metros buscando dominar uno al otro. La mandíbula de Jena atascada sobre su cuello, sin darle libertad a Edmundo de que pudiera defenderse o contra atacar.
—¡Jena detente! —el rugido de Conan se desvaneció en el espacio.
Cegada por la rabia, el miedo, y la