Thomoe es un profesor que esconde un oscuro secreto que se verá en vuelto en la tentación que su alumna despierta en él. Ambos se verán envueltos en el deseo, la pasión y el amor prohibido que vivieran al estar juntos.
Leer másCeleste observaba sus desalentadoras notas, sintiéndose desesperada.
Se agarró la cabeza con fuerza, buscando una solución mágica que le permitiera mejorar su situación de inmediato. Suspiró con frustración al ver a sus compañeros de clase. Ellos parecían entender sin dificultad lo que ella no lograba. Necesitaba actuar rápido para evitar problemas. —Mónica, no sé qué hacer —susurró a su mejor amiga. Mónica, consciente de la presión que sentía Celeste, trató de encontrar una solución. —¿Qué piensas hacer, Celeste? Se que estás pensando en eso —preguntó, mirándola a los ojos. Celeste no dudó un instante cuando le llegó la «solución perfecta». Sin embargo, tenía miedo de revelarle a Mónica sus intenciones, sabiendo que contradicen sus valores. —Me acostaré con el profesor —respondió—. Sí, eso haré —añadió con una mirada traviesa. Mónica quedó sin palabras. Finalmente, se atrevió a hablar. —¡Estás loca, Celeste! Se acercó a ella y le puso una mano en el hombro. Sabía que debía intervenir antes de que cometiera un error grave. —Celeste, no necesitas recurrir a esto; debemos encontrar otra solución. Aunque Mónica tenía razón, la presión por parte de los padres de Celeste era insoportable y temía las consecuencias de no mejorar sus calificaciones. —No entiendes lo que estoy pasando. Mis padres me presionan. Si no apruebo, me enviarán al extranjero con mis tíos. No quiero ir —confesó Celeste. Mónica la abrazó, rogándole que pensara bien su decisión. No podía quedarse de brazos cruzados mientras su amiga tomaba decisiones equivocadas. —Podemos encontrar otra solución, Celeste, solo… Celeste miró a Mónica con gratitud, aunque en el fondo sabía que su decisión ya estaba tomada. Había conocido al profesor y sus métodos durante su tiempo en la universidad; esta parecía ser su última opción. Celeste ajustó su ropa de manera seductora, desabrochándose dos botones de la camisa y elevando su falda, preparándose para recibir al profesor. El tiempo pasaba y él no llegaba. Mónica, en silencio, observó a su amiga y decidió no abandonarla en ese momento. Se acercó y la abrazó. Mientras esperaba, Celeste buscó refugio en la música, poniéndose los auriculares. La relajación la envolvió y, poco a poco, se quedó dormida. De repente, la puerta del salón se abrió y todos los alumnos quedaron estupefactos ante la entrada de un hombre de belleza impactante. Era simplemente irresistible. —¿Ya viste? —comenzaron a comentar los alumnos. —Sí, ya vi —respondieron, boquiabiertos, incapaces de resistir su apariencia—. ¡Qué hombre! El profesor, ajeno al alboroto, se presentó. —Mi nombre es Thomoe y seré su nuevo profesor de aritmética —dijo, manteniendo la mirada fija en la clase. No pasó mucho tiempo antes de que comenzaran los murmullos y especulaciones. —¿No querrá también ser nuestro profesor de Sexología? —se preguntaban entre risas. Celeste, completamente entregada a su sueño, no se dio cuenta de la conmoción a su alrededor. Mónica intentó despertarla, pero sus esfuerzos fueron en vano. Thomoe planteó una pregunta y, al notar que Celeste dormía, se acercó a ella con un gesto de desaprobación. —¡Despierta! —gritó con firmeza. El despertar de Celeste fue inusual. Aún adormecida, respondió con torpeza. —4x2 son... ¡madre mía! —dijo, volviendo a la realidad de forma hilarante. Sus palabras provocaron risas entre los compañeros, incluso Thomoe no pudo evitar sonreír. —¡Qué guapo está! Perdón, ¿quién es usted? —exclamó Celeste, mostrando su fascinación. Mónica, dándose cuenta de la incomodidad, susurró a Celeste. —Celes, cállate. Thomoe, sorprendido, preguntó: —¿Desde cuándo la respuesta es «madre mía»? Un ligero rubor se apoderó de las mejillas de Celeste. —Soy Thomoe, tu nuevo profesor de aritmética —afirmó. —Ho —respondió Celeste, coqueta y dulce, dejando claro su interés. «Creo que hace calor», pensó Thomoe, imaginando sus labios rozando los de ella. La situación se volvía embarazosa, pero antes de que pudieran continuar, Thomoe decidió retomar el control de la clase. —Señorita, siéntese correctamente para comenzar la clase. Se dio la vuelta y se dirigió al pizarrón, comenzando a escribir su nombre. —Amiga, tus babas —dijo Mónica, notando la fascinación de su amiga. —La aritmética se ha convertido en mi nueva clase favorita —respondió Celeste, mordiendo su labio y observando a Thomoe con deseo. —Sí, piensas como todas las demás en este salón, que fingen prestar atención —murmuró Mónica, con sarcasmo, mientras las demás chicas seguían fingiendo tomar notas, pero sus miradas se perdían en la figura cautivadora de quien escribía en el pizarrón.La víspera de la boda había llegado, trayendo consigo la emoción y los nervios propios de tan importante evento. Wilson tenía una sorpresa especial preparada para su hermano Thomoe, su cuñada Celeste, Dan, y su amada Tete.Mónica estaba en el jardín con su bebé de apenas unos meses. El pequeño reía y agitaba sus manitas, mientras Mónica, sentada en una manta, jugaba con él. Dan los observaba desde una silla cercana, con una sonrisa de pura felicidad al ver a su esposa tan contenta. La escena era un cuadro de tranquilidad y ternura.Celeste, por otro lado, no podía quedarse quieta. Iba de un lado a otro, asegurándose de que cada detalle de la boda estuviera en su lugar. La perfección era su objetivo, y no descansaría hasta lograrlo. Thomoe, que la observaba desde el sofá, no podía evitar reírse un poco de su energía inagotable.—Celeste, relájate un poco —le susurró Thomoe al oído cuando ella pasó por su lado—. Así quiero tenerte esta noche en la cama, con toda esa energía.Celeste se
Al amanecer del día siguiente, Tete y Wilson se prepararon para regresar a la ciudad. La nostalgia y el amor por sus hijos impulsaban a Tete a querer volver cuanto antes, y Wilson, siempre comprensivo, compartía su deseo de ver a los mellizos. La carretera parecía interminable, pero la promesa de abrazar a sus pequeños les daba fuerzas para continuar.Cuando llegaron a la casa de Celeste y Thomoe, fueron recibidos con entusiasmo.Celeste y Thomoe, los acogieron con abrazos cálidos y sonrisas amplias. El reencuentro fue emotivo; las risas y las lágrimas de alegría llenaron el ambiente. Thomoe y Wilson se dirigieron al jardín para conversar, mientras Celeste y Tete se quedaron en el salón, observando cómo los niños jugaban en el suelo.Wilson y Thomoe se sentaron en un banco bajo un gran árbol frondoso. La brisa suave movía las hojas, creando un ambiente de tranquilidad y confidencia.—Wilson, ¿cómo te va con Tete? —preguntó Thomoe, preocupado por su hermano.—Ella ha vencido sus miedos
Tete miró a su alrededor, contemplando el vasto horizonte que se desplegaba ante ella. El sol empezaba a descender, una metáfora perfecta para el nuevo amanecer que se avecinaba en su vida. El tormento y la opresión que el señor Garret había infligido sobre ella por años finalmente habían llegado a su fin. Se sentía renovada, como si un peso inmenso hubiera sido levantado de sus hombros. Ahora, con Wilson a su lado, el futuro parecía lleno de promesas y posibilidades.Wilson se acercó a ella, envolviéndola con sus brazos fuertes y seguros. Podía sentir su calidez y la seguridad que él le ofrecía. Wilson siempre había sido su roca, su apoyo incondicional en los momentos más oscuros. Él le sonrió, sus ojos brillaban con una mezcla de amor y ternura.—Tete, esto es solo el comienzo. Ahora podemos construir la vida que siempre soñamos —dijo Wilson con una voz suave y tranquila.Tete asintió, sus ojos llenos de lágrimas de felicidad.—Sí, Wilson. Por fin podemos ser felices, libres de todo
Wilson le tomó la mano suavemente mientras se dirigían hacia el helicóptero.—¿Listos para despegar? —preguntó el piloto, preparando los controles con precisión.—Sí, nos dieron las coordenadas, ¿verdad? —confirmó Wilson, revisando mentalmente los detalles del viaje.—Sí, señor —respondió el piloto con profesionalidad.—Perfecto. Vamos, cariño, te ayudaré con el cinturón —dijo Wilson con una sonrisa, asegurando que Tete estuviera cómoda y segura.—Gracias —agradeció Tete, sonriendo mientras se acomodaba en el asiento del helicóptero, observando emocionada el paisaje que se extendía bajo ellos.Después de un rato de vuelo, finalmente llegaron al lugar al que iban.Tete bajó del helicóptero con curiosidad, el viento fresco del lugar jugueteaba con sus cabellos mientras observaba a su alrededor con expectación, admirando el paisaje montañoso y los pequeños detalles de la vida local que se desenvolvían a su alrededor.—¿Dónde estamos, Wilson? —preguntó.—Ya lo verás —respondió Wilson enig
La mañana siguiente llegó con una calma tensa, el sol apenas filtrándose por las cortinas entreabiertas mientras el mundo exterior despertaba ajeno a la turbulencia emocional de la noche anterior.Tete miró a su alrededor, buscando a Wilson en la habitación iluminada por la suave luz matutina que se filtraba por las cortinas.—¿Wilson?Wilson no estaba en la cama. El corazón de Tete empezó a latir más rápido mientras se vestía rápidamente y salía al pasillo iluminado por el sol.—¡Wilson! —llamó nuevamente, su voz resonaba en el silencio.Finalmente, lo vio a lo lejos, de pie junto a la ventana. Corrió hacia él con pasos rápidos y, al alcanzarlo, lo abrazó con fuerza.Wilson permaneció de espaldas, su figura apenas visible contra la luminosidad del día que se filtraba por la ventana.—No vuelvas a dejarme sola, Wilson —susurró Tete, sintiendo cómo la tensión de la noche anterior aún pesaba sobre ella.Él se giró lentamente, sorprendido por la intensidad de sus palabras.—Perdón, creí
Un escalofrío recorrió todo el cuerpo de Tete, desde la punta de sus pies hasta su cabeza.Wilson comenzó a besarle las piernas, subiendo lentamente por sus muslos hasta llegar a su destino.—Tete... —murmuró Wilson, buscando su consentimiento una vez más.—Sí, quiero —afirmó Tete con un susurro.Wilson se sumergió entre los labios y pliegues de Tete. Ella cerró los ojos y apretó con fuerza las sábanas, tratando de concentrarse en las sensaciones.De repente, abrió los ojos y lo vio a él, al señor Garrett.Un llanto silencioso comenzó a brotar de sus ojos, pero su subconsciente le recordaba que no era Garrett, sino su amado Wilson.Su cuerpo se tensó.—Tete... —susurró Wilson, levantando la mirada, notando el cambio en ella.Tete trató de relajarse, tomando profundas respiraciones, enfocándose en el amor y la seguridad que Wilson le brindaba.Su cuerpo se tensó.—Perdón —susurró Tete.—¿Quieres que me detenga? —preguntó Wilson, con preocupación.—No, por favor —respondió Tete, aún llo
Último capítulo