Cuando Eloísa llegó a clase al día siguiente parecía que se hubiera transformado en una celebridad, cada estudiante se la quedaba mirando como s tuviera tres ojos y aquella situación comenzó a incomodarle. Algunos menos incautos se acercaban cautelosamente a preguntarle como había sobrevivido a toda esa travesía, y una que otra muchacha se la quedaba mirando con un desprecio inconfundible que le erizó la piel del cuello.—¿Qué les pasa? —le preguntó a Lucía aferrándose a su brazo mientras se dirigían al salón de clase.—Te envidian por pasar tantas horas a solas con Harrison —le respondió la muchacha —¿te imaginas que supieran que tuvieron sexo? Te hacían un linchamiento social —se burló, pero a Eloísa en vez de producirle rabia le incomodó un poco, no había tenido oportunidad de hablar con Gael de lo acontecido, ni mucho menos las disculpas extrañas que él le había pedido en el momento de terminar, ¿por qué se estaba disculpando? ¿por qué no quería que se supiera su nombre? ¿qué ocul
Eloísa se sentía intranquila, lo que faltó de los días de estudio para que llegara el fin de semana lo pasó con una constante sensación de culpa. Haberse acostado con su profesor de historia en el salón de clase le resultó una experiencia, mas que placentera y morbosa, íntima. Gael comenzaba a conocer cada punto de su cuerpo que la hacía estremecer y aquello le ruborizaba las mejillas de solo recordarlo, pero había desperdiciado la única oportunidad que había tenido con el hombre a asolas para preguntarle todas las dudas que se le estaban amontonando en la cabeza.Con ayuda de Lucía en las tardes de estudio, sacaban por lo menos unos diez minutos del trinomio cuadrado perfecto para darle una búsqueda al profesor en internet, pero ni siquiera teniendo ya su nombre pudieron encontrar algún indicio de la vida del profesor.—Tal vez deberías meterte con Gabriel y sacarle información —le decía Eloísa a Lucía y ella se encogía de hombros.—Claro, es más fácil que yo me meta con el hermano d
Eloísa no podía negar que, aunque se sintiera incómoda con la situación, era la oportunidad perfecta que estaba buscando para tener tiempo a solas con el profesor y sacarse de la cabeza todas esas dudas que le revoloteaban en la cabeza, así que abrió la puerta de la casa despacio esperando no encontrarse con su padre y rogando porque Ezequiel tampoco anduviera por ahí, entró seguida de Gael que lanzó un silbido apenas vio la sala principal.—Qué mansión —dijo y Eloísa ladeó la cabeza.—El abuelo no era precisamente modesto —dijo y tomó de la mano al hombre para guiarlo rápido y que no se entretuviera con las cosas de la casa, pero le fue en vano, Gael se detenía cada dos por tres para admirar algún cuadro o alguna piedra extraña que hubiera de colección en las interminables estanterías.—¿Eso es un cuchillo persa? —preguntó y Eloísa se encogió de hombros.—De niños Ezequiel me decía que era el cuchillo con el que Jesucristo peleaba contra los romanos, y nunca quise averiguar al respec
Estaban sentados en el suelo del cuarto que hacía las veces de mini museo, Gael intentaba ordenar las piezas de la tetera que Eloísa había roto en un vano intento por encontrar la forma de ordenarlas para unirlas.—No funcionará —le dijo ella —dala por perdida —él negó.—En la antigua china, utilizaban oro para remendar las piezas rotas, era un claro ejemplo de que nuestras cicatrices en vez de hacernos defectuosos nos hacen bellos —Eloísa ladeó la cabeza, era interesante y tierno ver como un hombre de metro ochenta, de hombros anchos y expresión firme, se preocupaba profundamente por los restos de una pequeña pieza de porcelana. A Eloísa le recordó a los hombres fornidos y tatuados amantes de los gatos.—En todo caso, Gael, no creo que encuentres pegamento de oro por aquí para arreglarla —él ladeo la cabeza.—Si me dejas llevarla a casa Gabriel la arreglará —Eloísa asintió y se acercó al hombre juntando sus brazos —¿crees que Ezequiel me golpee? —ella asintió con la cabeza.—Es muy p
La primera clase del lunes era precisamente filosofía, cosa que en verdad hizo que la semana de Eloísa comenzara realmente mal, había pasado casi toda la noche del domingo terminando una serie en maratón y cando vio la hora eran más de las dos de la mañana, y mas lo que le costó conciliar el sueño, apenas había dormido un par de horas antes de que la alarma sonara.—Te juro que si no fuera por la clase de historia en la que tengo calificaciones bajas no habría venido —le susurró Eloísa a Lucía mientras escribía en el cuaderno las respuestas a las preguntas filosóficas más complejas.—Te dije que la serie era buena —le susurró devuelta su amiga —¿por qué no hablas con Harrison, podrías hacerle algo interesante para recuperar las calificaciones —Eloísa le golpeó la cabeza con el lápiz.—Claro que no, ¿qué clase de personas crees que soy? Ya me siento culpable por acostarme con él, ¿Cómo crees que me sentiré si me sube las calificaciones a cambio de un polvo?—¿Como una mujer empoderada
Lucía no había sido especialmente una buena estudiante, nunca había destacado por ser la mejor, pero tampoco la peor, pero el momento en que comenzó a juntarse con Eloísa sus calificaciones habían mejorado en extremo, a tal punto de tener un promedio tan bueno que le serviría para entrar a la universidad, pero las semanas de locura que habían tenido le habían dejado un par de notas bajas de historia y filosofía, así que ese día salió de clases y se encerró en la biblioteca a estudiar todo lo que encontró al respecto. Tenía que mejorar esas calificaciones si quería de verdad tener la esperanza de ingresar a algún lado, aunque fuera mediocre.Se quedó parte de la tarde, y de paso adelantó un par de tareas de otras materias, normalmente las hacía con Eloísa, pero su amiga parecía bastante entretenida con la relación furtiva que estaba teniendo con su profesor y ella no la juzgó, si fuera ella la que estuviera entre los brazos del atractivo Harrison también se desconcentraría.Cuando algu
Eloísa se aclaró la garganta, le ardía cada palabra que salía de su boca y quería dejar el mensaje muy claro.—Mi amiga está desaparecida —dijo de nuevo a la oficial de policía detrás del escritorio y ella pareció fastidiada con la muchacha.—Ya le dije que se puede poner la denuncia apenas setenta y dos horas después de la desaparición de una persona —le repitió y Eloísa sintió que se le enrojeció la cara, y golpeó la mesa con la palma de la mano.—¡Es estúpido! —gritó y las personas que estaban alrededor voltearon a mirarla —después de todo ese tiempo la pueden hasta sacar del país —la policía dejó escapar aire.—Hay muchas personas que desaparecen, y regresan al otro día después de una noche de fiesta —Eloísa negó.—Ya le dije que Lucía no es de esas chicas, ella va del colegio a la casa, y ya llamé a su mamá y no ha llegado —se acomodó en la silla y le suplicó a la mujer con la voz conmovida —Por favor, ayudame —la mujer ladeó la cabeza y se quedó mirando a Eloísa por un momento.
La habitación permanecía oscura, únicamente iluminada por la luz de un par de velas que rompían el manto de oscuridad y reflejaba las vestimentas blancas que adornaban los cuerpos delgados de las personas que escuchaban arrodillados y con la frente en el suelo sus propias respiraciones.La sacerdotisa de cabello rojizo estaba en frente y sostenía con los largos dedos un cuenco repleto de sangre fresca y con la punta de los ellos dibujaba sobre la pared el símbolo del círculo que simbolizaba el planeta, el triángulo dentro de él que los simbolizaba a ellos como protectores de la medialuna dentro de él que significaba la humanidad.La mujer dio un paso atrás y contempló los trazos con admiración, había nacido para completar la tarea de sus ancestros y estaba orgullosa de estar tan cerca de conseguirlo.Caminó hasta el centro de la sala donde una mujer de cabello color chocolate colgaba desnuda de los pies y con la punta del cuchillo abrió una zanja amplia en el cuello donde los restos d