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Su piel ardiente como fuego

Fiorella sin otra salida dejó que las cosas siguieran su curso, ella sabía que aquel hombre que emanaba poder y peligro no permitiría que se alejara sin obtener lo que deseaba, y para ello decidió ser astuta.

—Me siento cansada deseo ir a casa, nos podremos reunir en otra ocasión, otra donde puedas ser un poco más cordial, no creo que sea necesario que envíes a tus hombres por mí —Donato fijó la mirada en la suya. 

—Eso no tiene importancia, el único objetivo aquí es que vayas vestida de blanco y me des un hijo.

Fiorella tragó saliva al sentirse descubierta, inclinó levemente la cabeza y con el cabello cubrió su rostro sintiéndose asustada.

—No te culpo, seguramente para que estés aquí has tenido que pasar por momentos desagradables —agregó Donato con doble sentido.

Donato empujó su cuerpo hasta el borde del sofá, su cadera se estrelló contra su cuerpo, Fiorella se sintió pequeña, incómoda e intimidada. 

Sus ojos se entrecerraron ligeramente fijando su oscura mirada en aquellos ojos verdes que le traían paz y tranquilidad en medio del caos.

Una carga sexual difícil de ignorar y de pasar por alto cayeron sobre ella, en ese momento Fiorella supo que al terminar la noche no saldría ilesa.

—Acompáñame —delegó Donato.

Había algo en la mirada de Donato que hacía que Fiorella no pudiera negarse, peligro y deseo emanaba con fuerza, cada vez que colocaba las manos sobre su cuerpo hacía que ella se desvaneciera. 

Donato la tomó de la mano y la llevó a una lujosa y reconfortante habitación, ajustó la puerta de un solo golpe causando que Fiorella diera un pequeño salto; sin dar espera zafó los botones de su camisa dejando su torso al descubierto.

Fiorella estaba congelada como un pequeño ratón ante la mirada de un feroz gato. En su interior se preguntó a que correspondía aquella atracción tan intensa que quemaba su cuerpo.

Sin importar cuanto Fiorella intentara resistirse y negarlo, Donato era un enorme imán y ella un minúsculo metal que necesitaba estar a su lado. 

Su piel además de ser marcada por la tinta habían cicatrices que seguramente tenían una larga historia, Fiorella pasó saliva.

—¿Qué sientes por mí, qué quieres de mí? —preguntó Fiorella buscando aclarar sus dudas.

—Te deseo como tú también me lo has hecho saber, creo que sobra decirte sobre cuales son mis verdaderas intenciones, creí que eso lo tendríamos claro —Donato avanzó.

»No importa lo que suceda a nuestro alrededor, ni lo que sienta el uno por el otro —Donato levantó la mano y con los dedos frotó sus labios como si le pertenecieran—. Lo único que importa es que habrá sexo —ella ante sus palabras se atoró con la saliva.

—¿Qué? —preguntó mientras que sus ojos brillaban perdidos en los.

—Como lo escuchaste, te aseguro que habrá sexo despiadado y sin control hasta que tu cuerpo no logre resistir mas.

Donato arrebató sus pantalones, la figura de su marcada parte íntima hizo que los ojos de Fiorella se espantaran, lo que estaba viviendo iba más allá de sus principios.

“Así que Leticia solo era su puta, y ahora seré yo quien deba ocupar su lugar para satisfacer a este animal. No puedo creer en el terrible problema en el que me ha involucrado mi padre.

Dado a lo que he visto es fácil asegurar que Leticia escapó porque no soportó a este desgraciado”, pensó Fiorella observando con desprecio a Donato.

—Vamos quítate la ropa no hay tiempo que perder —Fiorella en aquel momento no se pudo haber sentido más presionada que en toda su vida.

Fiorella apretó su bolso con fuerza, no pensaba ceder, aunque eso le costara su vida, ir a la cama con un hombre iba más allá de cualquier otra obligación. 

—¡No!... ¡No quiero, no lo haré! —exclamó Fiorella con la voz entrecortada.

Donato se detuvo por un instante, en su mirada se podía notar que no era un hombre paciente ni estaba acostumbrado a solicitar permiso a los demás, su rostro cambió.

Cuando estaba próxima a lanzarse sobre ella unos cuantos golpes a la puerta interrumpieron. 

—Adelante —indicó molesto sin retirar la mirada del tembloroso cuerpo de Fiorella. 

—Señor, hay asuntos que exigen tu presencia —comentó su hombre de confianza mientras que llevó la mirada directo a la esquina de la habitación.

—Muy bien, prepara todo, nos marcharemos ahora mismo —ordenó Donato y de inmediato su hombre de confianza se marchó. 

Fiorella temblaba, claramente el miedo era el responsable, no era para menos al estar cerca de que su cuerpo fuese irrumpido. 

—Creí que teníamos un trato, espero cumplas; no quisiera causarle daño a tus padres para que entiendas cual es tu destino —reclamó Donato con aquel tono de voz que estremecía la habitación. 

—¿Un trato? —preguntó Fiorella jugando con su suerte.

—Conozco perfectamente a cada persona que se encuentra a mi alrededor... Mírame, no soy estúpido, he sido paciente con tus insolencias, pero si intentas jugar conmigo la pagarás muy caro.

»Quedamos en que tendríamos sexo hasta que mi hijo sea fecundado, finjiras ser mi esposa en toda ocasión... Recuerda que tendré los ojos sobre ti y cada uno de tus movimientos, no permitiré que desaparezcas... Mis planes se llevarán a cabo sin importar lo que deba hacer.

»Si decides escapar te aseguro que acabaré con tus padres y luego te encontraré, acabaré contigo y con todo lo que se parezca, morirás como una miserable rata  —amenazó Donato con un tono de voz frío.

“¿Ser su esposa, darle un hijo?” Fiorella entró en shock, sus padres en ningún momento le hablaron que esta situación era tan compleja.

—Nos veremos pronto, espero que en una próxima ocasión correspondas como lo hemos pactado, te aseguro que disfrutarás del sexo que te brindaré.

Donato con los dedos apretó sus mejillas y besó sus labios mostrando cuanto placer tenía para ella. 

—Te cogeré tan fuerte que tus gritos serán escuchados hasta en el último rincón del mundo, juro que lo disfrutaras —Donato mordió su labio y luego salió de la habitación tomando la camisa con brusquedad. 

Fiorella cayó sentada sobre el borde de la cama, su cabeza cayó sobre las piernas mientras que las lágrimas hicieron presencia en su rostro. 

Mientras lamentaba su mala fortuna llevó la mirada a la salida, no soportaba estar un segundo más allí, al llegar a la entrada principal limpió sus lágrimas y se acercó a uno de los hombres.

—¿Qué tan frecuente me traen a este lugar? —el hombre frunció el ceño. 

—Señora Leticia, es usted la prometida del jefe —Fiorella levantó las cejas cuestionando su pregunta—. Con frecuencia señora. 

—¿Siempre me traen en las mismas condiciones? —uno de los hombres que estaba en el interior de la propiedad se acercó interrumpiendo la conversación.

—Sabes que está prohibido hablar de más —regañó mientras fijó una mirada de “te mataré si sigues hablando".

El subordinado bajó la cabeza y se retiró, abrieron la puerta de uno de los autos y con la mano le indicaron a Fiorella que subiera. 

Fiorella fue llevada a casa de sus padres, al bajar del auto llevó su triste mirada hacia aquella propiedad donde había crecido, detrás de los muros había nacido la inocente y dulzura de Fiorella con más temores que seguridad.

Una vez ingresó fue recibida por sus padres, quienes se lanzaron directo a ella, Fiorella no pudo pronunciar palabra alguna, simplemente abrazó a su madre mientras que las lágrimas corrían por sus mejillas. 

En la cara del padre de Fiorella solo se podía ver cuan arrepentido estaba de haber cometido aquel error irrevocable, lamentaba haber puesto a sus hijas al borde de la destrucción todo para saldar su deuda. 

“Leticia, ¿dónde demonios te metiste?, no puedo continuar con esta farsa, no soy tan fuerte, a su vez no puedo permitir que mis padres mueran, si decido huir sé perfectamente como terminará todo.

A su vez si decido quedarme Donato hará de mí su esposa la madre de su hijo, ese desgraciado tomará mi cuerpo como a él se le plazca no habrá misericordia en sus acciones”, pensó Fiorella mientras se aferraba a su madre.

—Leticia aún no aparece, lamento mucho lo que te voy a decir, pero ahora que todo depende de ti no puedes desaparecer, Fiorella nuestras vidas están en tus manos —Su padre habló desanimado. 

—Fiorella... Hija, por favor sé buena esposa con Donato, te lo pido por el bien de nuestra familia —suplicó su madre mientras tomaba de sus manos. 

—Quiero estar sola, iré a mi cuarto —Fiorella habló de manera distante hacia sus padres, no podía sacar de su cabeza las palabras y las acciones de Donato. 

—Descansa hija, recuerda que pronto será tu boda, estaremos orgullosos de lo que estás haciendo por nosotros, cuando nuestras familias estén unidas, buscaré la forma en suplicar clemencia para que te liberen del castigo que he hecho que caiga sobre ti.

Fueron las palabras de su padre mientras que Fiorella ascendía a través de las escaleras tratando de soportar todo lo que había tenido que vivir.

Fiorella ajustó la puerta con fuerza, se sentía sofocada, había sido engañada, presionada por sus padres todo para que terminara en manos de Donato, y como si no fuera suficiente había sido seducida y manoseada por un mafioso. 

Fiorella se sentó en el borde de la cama que su hermana solía usar, estaba rodeada por lujos que ella siempre había detestado, los vestidos costosos, las joyas extravagantes.

Lo que más le atragantaba era la vida de altivez y prepotencia que le esperaba al lado de Donato como su esposo y dueño de todo su ser. 

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