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Capítulo 45 – El Precio del Poder

Sasha

La bruma del veneno se ha disuelto, pero una nueva forma de fatiga me invade ahora, más profunda, más tenaz. Cada respiración es una lucha, cada latido del corazón un recordatorio de la fragilidad de nuestra existencia. Sin embargo, estoy de pie, al lado de Adrian y Dante, mientras enfrentamos la última ola de nuestros enemigos. La tensión que flota en el aire es palpable, como una espada lista para cortar.

Nuestros pasos resuenan sobre el suelo húmedo, y avanzamos en esta arena de muerte y destrucción, donde solo los más fuertes sobreviven. La batalla que rugía a nuestro alrededor se desvanece poco a poco. Los vampiros, los mercenarios, los traidores, todos están muertos o huyendo. Sin embargo, esta victoria tiene un sabor amargo, porque la verdadera lucha aún está por delante: la lucha por el poder, la lucha por el control de lo que queda del territorio, de la familia, de la vida. Y todo esto tiene un precio.

Adrian aprieta los puños a mi lado, su mirada fija en el vacío, en el horizonte lejano donde la guerra aún no ha terminado. Sé lo que piensa. Sabe que no es el final, sino solo el comienzo de una nueva lucha. La guerra por el control de la mafia, el poder de los Morvan y el de los vampiros, no terminará hasta que ninguno de ellos reine. Y eso, al igual que yo, lo sabe. Eso es parte del juego.

— Debemos terminar lo que comenzamos, murmura, su voz baja, pero llena de tal intensidad que parece resonar en todo mi ser.

Asiento, sintiendo el eco de sus palabras en mi propia alma. Hemos sacrificado todo para llegar hasta aquí, hemos arriesgado todo. ¿Y para qué? ¿Para vivir bajo la regla de otro, o para forzar la mano del destino? No puedo evitar sentir esta pesada pregunta sobre mis hombros.

A nuestro lado, Dante mantiene un ojo vigilante en los alrededores, su expresión sombría, su mente ya calculando los próximos pasos. Él también comprende que la paz es ilusoria. Pero hay otra cosa que percibo en él, un destello de duda. Dante siempre ha querido proteger a los que ama, pero parece cada vez más consciente de que este poder, este control, solo trae compromisos insostenibles.

— ¿Y si no estamos hechos para esto? pregunta Dante, su voz casi inaudible, pero escucho el peso de sus palabras.

Le lanzo una mirada penetrante, tratando de entender. Él y yo hemos pasado por tantas cosas juntos. Hemos sobrevivido a traiciones, a asesinatos, y hoy, la pregunta que plantea me golpea de lleno. ¿No hemos sacrificado todos demasiado por algo que podría desmoronarse? Tal vez no estamos hechos para este poder. Tal vez todo lo que queremos es simplemente ser libres. Libres de esta maldición, de esta guerra sin fin, de este mundo de violencia.

Pero la realidad es mucho más compleja.

Me vuelvo hacia Adrian, sus ojos fijos en el horizonte, sus rasgos duros como la piedra. Él sabe, al igual que yo, que esta guerra no es simplemente una lucha por la supervivencia, sino por el poder. El poder que hemos tomado, que hemos conquistado, y que ahora está al alcance de la mano. Pero, ¿cuál es el precio a pagar? ¿Hasta dónde estamos dispuestos a llegar para mantener lo que hemos construido?

— Tienes razón, susurro, sintiendo el peso de mis propias palabras. Pero el poder no es solo una cuestión de territorio o dominación. Es una carga. Una carga que nos aplasta lentamente, pero con seguridad.

Adrian finalmente me mira, sus ojos oscuros llenos de esa misma inquietud que siento en mí. Asiente, pero una sonrisa amarga aparece en sus labios. Él sabe, al igual que yo, que es demasiado tarde para dar marcha atrás. Que nuestra ascensión en el mundo de los lobos y los vampiros, con todo lo que implica, nunca nos dejará en paz. No podremos simplemente retirarnos y empezar de nuevo. No es posible.

Dante, por su parte, parece pesar cada palabra, cada pensamiento, antes de responder.

— ¿Entonces qué? ¿Luchamos por todo esto, por este poder, por este control? ¿Hasta cuándo? ¿Hasta que perdamos todo lo que hemos amado?

Un silencio pesado cae sobre nosotros mientras los últimos vestigios de la batalla se apagan a nuestro alrededor. El aire está impregnado del olor a sangre y metal, y la tierra bajo nuestros pies está empapada, impregnada de las huellas de lo que hemos hecho. Hemos matado, traicionado, manipulado. Por el poder. Por nuestra supervivencia. Y tal vez todo esto ni siquiera valga la pena.

Pero una voz, una pequeña voz, en el fondo de mi mente, me dice que ya hemos cruzado la línea. Hemos sacrificado todo, arriesgado todo. No hay vuelta atrás. Solo hay que seguir adelante.

— No tenemos elección, murmura Adrian, como si adivinara el torbellino de pensamientos que me invade. Debemos avanzar. Por nosotros, por nuestro futuro. Porque si abandonamos ahora, será todo lo que hemos hecho lo que se perderá.

Lo miro, esa luz en sus ojos recordándome quién es, quiénes somos. Sobrevivientes. Constructores de reinos, tal vez. Pero también seres humanos, con sus debilidades, sus miedos y su deseo de conquistar un mundo que no han creado, pero que quieren poseer.

Aprieto los puños, lista para enfrentar lo que venga, consciente de que el camino estará aún lleno de obstáculos, de sacrificios. Pero también sé que mientras haya amor, pasión, e incluso celos, seguiremos avanzando, juntos.

No hay un final feliz, solo hay elecciones. Y esta elección, esta lucha, es nuestro precio a pagar.

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