Sasha
La tierra tiembla bajo nuestros pies mientras la batalla arde a nuestro alrededor, un torbellino de violencia, furia y sangre. El ruido de los cuerpos golpeando el suelo, los aullidos de las criaturas heridas, todo se mezcla en una sinfonía macabra que parece no tener fin. Pero en medio del caos, un solo pensamiento se impone en mi mente, tan nítido como la hoja de un cuchillo: debemos ganar. No importa los sacrificios, no importa lo que cueste. Debemos ganar, porque todo lo que hemos construido podría desmoronarse en un instante si fracasamos.
Adrian está a mi lado, inflexible, una bestia enfurecida en su combate. Sus ojos oscuros, llenos de una determinación feroz, están fijos en sus enemigos, y puedo ver la rabia que lo habita. Lucha con una precisión casi sobrenatural, un movimiento fluido, rápido, casi hipnótico. Pero no es lo único que me doy cuenta. También está el miedo, oculto en el fondo de sus pupilas. No el miedo a morir, sino el miedo a perder. A perder todo lo que ama. A perderme.
Hago lo posible por seguirlo, por apoyarlo en cada movimiento, pero sé que no puedo estar en todas partes. Mis garras cortan el aire, mis colmillos se clavan en la carne de los vampiros que se levantan frente a mí. Su olor metálico, el de la sangre, llena mis fosas nasales, y cada instante que paso destruyéndolos me deja un sabor amargo en la boca. Porque no es solo una lucha física, es una lucha por nuestro futuro, una guerra contra la opresión, contra la misma idea de que puedan vernos como criaturas inferiores.
Pero no es todo. Mientras golpeo, mientras lucho, siento una presión, una fuerza que me escapa. Los vampiros son numerosos, muchos más de lo que habíamos imaginado. Cada vez que derribo a uno de ellos, otro toma su lugar, como si esta batalla fuera un pozo sin fondo. Siguen fluyendo, implacables. Y entre ellos, reconozco rostros familiares, aliados de antaño, miembros de mi propio clan, aquellos que me han traicionado. El veneno de la traición es aún más amargo cuando es servido por aquellos a quienes considerábamos hermanos y hermanas.
Siento mi cuerpo fatigarse, cada movimiento exige más esfuerzo que el anterior. Mis músculos arden, mis articulaciones protestan, pero no puedo detenerme. No ahora. No antes de que esta guerra termine. Pero mientras un vampiro me ataca por detrás, me siento atrapada. No vi venir su golpe. Un destello de dolor atraviesa mi espalda, y grito, un dolor agudo que me paraliza. Me hirió con un puñal, un puñal de plata. El veneno comienza a difundirse en mis venas, rápido, implacable. Lo veo, esa sonrisa cruel en los labios de quien me atacó.
Caigo de rodillas, el dolor me paraliza, pero me niego a colapsar por completo. Aprieto los dientes, forzándome a levantarme. No hay cuestión de flaquear ahora. Pero siento que la fuerza me abandona poco a poco, y todo a mi alrededor comienza a volverse borroso, como si la niebla me invadiera. Todo lo que veo es la silueta de Adrian que avanza hacia mí a toda velocidad, su rostro marcado por la preocupación, la ira.
— ¡Sasha! —grita, pero su voz está distorsionada, como si viniera de lejos. Se apresura hacia mí, sosteniéndome mientras tambaleo, mi cuerpo temblando por el efecto del veneno.
Lo miro, mis ojos llenos de un miedo que no me atrevo a expresar en voz alta. El miedo a morir antes de haber tenido lo que deseo. Antes de haber vivido la vida que he imaginado con él. Este miedo es más fuerte que el dolor, más fuerte que todo lo que siento en este momento. Y sin embargo, él está aquí, está aquí para mí. Me sostiene, sus brazos poderosos alrededor de mí, dándome la fuerza para resistir.
Pero no está solo. Dante se lanza a la pelea, cortando a izquierda y derecha con una precisión casi sobrenatural, su espada golpeando a cada vampiro que se encuentra en su camino. Logra alcanzar al asaltante que me apuñaló, arrebatiéndole el puñal de las manos y matándolo de un solo golpe. Pero su mirada, cuando se vuelve hacia mí, está llena de una preocupación palpable. Él sabe. Sabe que el veneno ya está en mis venas.
— Hay que curarla —dice con urgencia.
Adrian mira a Dante, sus ojos llenos de rabia y desesperación.
— ¿Crees que todavía hay tiempo? Esta guerra… no ha terminado, Dante. ¡Hay que detener esta locura ahora!
Dante aprieta los dientes, pero asiente con la cabeza. Siento la tensión entre ellos, esa rivalidad silenciosa que no deja de crecer. Pero no es el momento de detenerse en eso. Debo sobrevivir. Todos debemos sobrevivir, y esta batalla no puede ser la última.
Mientras Adrian me sostiene, su cuerpo cerca del mío, siento un calor expandirse lentamente en mí, un calor extraño, una nueva fuerza que parece provenir de adentro, como una chispa que renace. Es la energía del vínculo que compartimos. Es él, él es mi fuerza. Me concentro en él, en su mirada, en el abrazo de sus brazos alrededor de mí, y poco a poco, siento que el dolor se disipa, la niebla se levanta. Aprieto su mano en la mía, una señal silenciosa de mi voluntad de sobrevivir. No hemos ganado todavía, pero lucharemos hasta el final. Por nosotros. Por todo lo que amamos. Y nada ni nadie podrá detenernos.
SashaLa bruma del veneno se ha disuelto, pero una nueva forma de fatiga me invade ahora, más profunda, más tenaz. Cada respiración es una lucha, cada latido del corazón un recordatorio de la fragilidad de nuestra existencia. Sin embargo, estoy de pie, al lado de Adrian y Dante, mientras enfrentamos la última ola de nuestros enemigos. La tensión que flota en el aire es palpable, como una espada lista para cortar.Nuestros pasos resuenan sobre el suelo húmedo, y avanzamos en esta arena de muerte y destrucción, donde solo los más fuertes sobreviven. La batalla que rugía a nuestro alrededor se desvanece poco a poco. Los vampiros, los mercenarios, los traidores, todos están muertos o huyendo. Sin embargo, esta victoria tiene un sabor amargo, porque la verdadera lucha aún está por delante: la lucha por el poder, la lucha por el control de lo que queda del territorio, de la familia, de la vida. Y todo esto tiene un precio.Adrian aprieta los puños a mi lado, su mirada fija en el vacío, en e
SashaLa noche ha caído, pesada y silenciosa, envolviendo la ciudad con un manto oscuro. Las luces de las calles parpadean, como estrellas muertas que intentan volver a encenderse, pero la sombra de la guerra es más fuerte, más persistente que el brillo de la esperanza. Camino en silencio al lado de Adrian y Dante, nuestro trío nuevamente unido, pero con una nueva tensión, una conciencia compartida de que todo lo que hemos construido puede desmoronarse en un instante.La guerra no ha terminado. Ni siquiera ha comenzado, en el fondo. Lo que hemos visto, lo que hemos atravesado, no ha sido más que un calentamiento, un aperitivo. El verdadero desafío comienza ahora. Las otras facciones, aquellas que se han mantenido al margen, comienzan a inquietarse. Los lobos. Los vampiros. Y otros más, jugadores ocultos en las sombras, listos para hacer lo que sea necesario para apoderarse de lo que nos pertenece.— Hay que actuar rápido —lanza Dante, rompiendo el silencio con su voz grave—. Los otros
SashaLos ecos de voces, susurros, amenazas, se entrelazan en el aire denso de la sala. Las caras a mi alrededor están marcadas por expresiones de desconfianza y cálculo, pero las veo. Veo en el fondo de los ojos enemigos, aliados igualmente frágiles, un destello de incertidumbre. Nadie está a salvo aquí. Cada palabra, cada movimiento podría ser el que sella nuestro destino. La tensión es palpable, más viva que nunca, como si la más mínima chispa pudiera incendiar la habitación y, con ella, todo lo que hemos construido. Todo lo que hemos sacrificado.Me siento extrañamente tranquila, una calma glacial que me atraviesa, como una ola negra de un mar embravecido, pero que no me ahoga. Al contrario, me impregna, me solidifica. Miro a Adrian, que se encuentra a mi lado, impasible, su mirada tan afilada como el acero. Él siempre es quien lleva la batuta. Él que me ha mostrado que no hay lugar para la duda en este mundo. Él que, con sus puños de acero, ha roto tantos sueños y ambiciones, aho
SashaEl calor de la batalla aún está en mis venas. El sabor de la sangre, el olor metálico que impregna el aire, los ruidos sordos de los cuerpos golpeados, el caos a mi alrededor – todo esto se mezcla en una danza violenta que me empuja a ir siempre más lejos. Los vampiros caen uno a uno bajo la presión de nuestros ataques. Cada golpe asestado es un mensaje, una advertencia para aquellos que se atrevan a desafiar nuestro poder. Los lobos, por salvajes que sean, obedecen a un solo mandato, a un solo principio: sobrevivir y reinar.Hago una pausa un momento, en un callejón sombrío del vestíbulo principal, para recuperar el aliento. Mis ojos buscan a Adrian en medio de los combates. Él está allí, implacable, una silueta sólida, inquebrantable, atravesando la noche con sus ojos de acero. La lucha está por todas partes a su alrededor, pero parece a gusto, como una bestia en medio de una tormenta.Entonces me giro hacia Dante. Sus ojos no abandonan ni un instante la escena, calculando cad
SashaEl viento sopla suavemente sobre la ciudad, aliviando ligeramente la tensión que me aprieta. Las calles están silenciosas, sin embargo, siento la presión, pesada y constante. La batalla ha dejado huellas, y aunque hemos triunfado sobre Matteo, queda en nosotros una sensación de inseguridad, como si la sombra del pasado continuara persiguiéndonos. Aún no ha terminado. Lo sé. Dante y Adrian también lo saben. No hemos ganado, no realmente, hasta que la última resistencia no haya sido aplastada.Es hora de prepararse para la última etapa. La guerra no termina en un campo de batalla. Termina cuando se rompe el corazón mismo del enemigo. Cuando el alma del poder es aniquilada.Adrian está a mi lado, más tranquilo que nunca. Sus ojos, penetrantes, escrutan el horizonte, pero está ahí, cerca de mí, como siempre ha estado. No es el hombre que conocí, ese hombre distante y misterioso. Es el hombre con quien compartí el dolor, la intensidad, el amor. El hombre que se ha convertido en el al
SashaEl olor del polvo, de los viejos muebles de madera, del acero frío. El silencio es opresivo, pesado con promesas de violencia y retribución. Nuestros pasos resuenan en la sombra, cada movimiento calculado, cada respiración contenida. La escena se ha congelado, el tiempo mismo parece suspendido. Este momento es nuestro, el que hemos esperado, preparado, y sin embargo, es difícil no sentir la adrenalina desgarrar nuestras venas.Los pasillos del edificio son estrechos, casi claustrofóbicos. Las paredes están cubiertas de retratos en blanco y negro, que representan rostros severos, congelados en el tiempo. Recuerdos del pasado, hombres que han construido este imperio de sangre y poder. Son ellos quienes han alimentado la guerra entre nuestros pueblos, creando grietas profundas, cicatrices que aún llevamos hoy.Dante camina al frente, su mirada aguda atravesando la oscuridad como un depredador en busca de su presa. A su lado, Adrian, tan silencioso como un espectro, con apariencia d
Capítulo 1 - La noche de los depredadoresSashaLa noche huele a ceniza y a sangre.Avanzo por los callejones oscuros de la ciudad, con el olor a humedad pegado a mi piel. Mi corazón late con un ritmo frenético, no por miedo, sino por ira. Esta noche, mi padre quiso sellar mi destino con un anillo y una alianza que no me pertenece.—Tienes que pensar en la manada, Sasha.—Un alfa no elige a su pareja por amor, sino por deber.Sus palabras siguen resonando en mi mente, quemando mi alma más intensamente que las llamas de una guerra. La manada Morvan ha reinado sobre esta ciudad durante décadas, imponiendo su ley a otros clanes, a los humanos, a todos los que se atreven a oponerse. Y yo, como hija del alfa, supuestamente debo perpetuar esa supremacía. Se espera que me case con un hombre al que no amo, que tenga sus hijos, que fortalezca alianzas sometiéndome a tradiciones que ya no significan nada para mí.Pero no soy una moneda de cambio. No soy una princesa vendida por el bien de un im
Capítulo 2 – Pacto de Sangre y LunaSashaHay algo en él que me atrae. No es solo su aura, ni la emoción del peligro que representa. Es algo más profundo. Más antiguo. Un eco que no comprendo, pero que no puedo ignorar.—¿Tienes un deseo suicida, vampiro? —pregunto con voz tranquila, aunque cargada de advertencia.Se ríe. Un sonido grave y dulce que se desliza por mi piel como una promesa prohibida.—Si ese fuera el caso, no arruinaría mi última noche con una lobita como tú.Maldito arrogante.—Alvero, ¿qué haces aquí? —respondo con los ojos entrecerrados.No contesta de inmediato. Se incorpora con una gracia sobrenatural, alejándose del muro con movimientos lentos y elegantes. Se acerca lo suficiente como para que pueda ver el brillo hipnótico de sus ojos.—Tal vez tenía curiosidad —dice al fin, con un tono casual—. O tal vez me gusta observar a los lobos que no parecen cómodos con su propia piel.Sus palabras me golpean. Demasiado acertadas. Mi rostro permanece impasible, pero por d