Morgana
El aire es pesado, casi sofocante. La oscuridad que nos había rodeado ahora se ha disipado, pero deja atrás una huella, una marca invisible que parece pesar sobre nuestros hombros. Las sombras ya no están, pero aún resuenan en mi mente. Su susurro, sus promesas de destrucción, me atormentan. Pero no es lo único que me invade.
Mi cuerpo está cansado. Cada músculo, cada hueso, cada parte de mi piel lleva la marca de esta batalla. He rechazado lo invisible, he enfrentado lo desconocido, pero la carga de la victoria es pesada de llevar. Las luces a nuestro alrededor se apagan progresivamente, dejando solo el tenue resplandor del amanecer que se asoma a lo lejos.
Lucian está a mi lado. Su mirada es decidida, pero también percibo un destello de preocupación. Dorian, por su parte, observa atentamente los alrededores, como si esperara que una nueva amenaza surgiera de las sombras. Hemos vencido a las Sombras, pero nada garantiza que esta paz sea duradera.
Cierro los ojos un instante,