Sasha
Todo a mi alrededor parece congelarse. El suelo tiembla, y el aire está saturado con el calor de un enfrentamiento inminente. Estoy en el corazón de la batalla, frente a la entidad que ha querido destruir todo lo que he amado, todo lo que he construido. Pero aún más, enfrento la oscuridad que reside en mí misma.
Las sombras se estiran como serpientes a mis pies, abriéndose camino en el suelo roto, mientras el aire se carga de un peso palpable, una tensión insoportable. La silueta del maestro de la maldición se alza frente a mí, imponente, irreal. Sus ojos rojos y ardientes me miran fijamente, pero no hay ira en él, solo una tranquilidad aterradora, como si ya supiera lo que iba a suceder.
Siento mi corazón latir en mi pecho, fuerte, irregular. Cada latido me acerca un poco más a lo inevitable. Pero lo que siento no es solo miedo. También es una extraña forma de calma, una serenidad que me invade, como si esta prueba, por aterradora que sea, fuera exactamente lo que estaba destin