AMIRA

Corro junto a mis hermanos hacia el refugio donde está nuestra manada, mi corazón agitado y mi mente llena de miedo. La visión de sebastian todavía está fresca en mi mente, y no puedo sacudir la sensación de que estamos corriendo hacia un desastre.

Mientras corro, siento que mis emociones están a flor de piel. El miedo y la ansiedad me están consumiendo, y no quiero que nadie de mi familia vaya a esta batalla. Quiero que se queden aquí, a salvo. Pero sé que es imposible. Mis hermanos están decididos a defender nuestra manada y encontrar a nuestros padres.

De repente, Gael me toma de los brazos y me detiene, llevándome contra la corteza de un árbol.

—Quédate aquí, Amira —dice—. No tienes que ir.

—No —digo, forcejeando para liberarme—. Tengo que ir. Tengo que ayudar.

Siento que esto tiene que ver con la visión que tuve.

—Amira, de todos tú eres la que menos tiene con qué defenderse —dice, su voz llena de preocupación—. Por favor, quédate aquí. Nosotros tenemos que ir a defender la manada y encontrar a nuestro papa.

Me siento frustrada y enfadada. Sé que Gael tiene razón, no tengo habilidades de combate como mis hermanos. Pero también sé que puedo sanar a los heridos, puedo ayudar de otra manera.

—No me quedaré aquí mientras nuestra manada cae —digo, mi voz firme—. Puedo sanar a los heridos, puedo ayudar a que se recuperen y vuelvan a la batalla. No me importa si no sé defenderme, puedo hacer algo para ayudar.

Gael me mira con una mezcla de sorpresa, se que no soy fuerte, pero sirvo para algo y no quiero que me traten como una niña a la que siempre deben proteger y defender.

—Está bien —dice finalmente—. Ven con nosotros, pero quédate cerca de mí.

Asiento con la cabeza. Mis hermanos se adelantan, y yo los sigo de cerca, mi corazón latiendo con fuerza en mi pecho. Sé que vamos hacia un peligro desconocido, pero estoy lista para hacer lo que sea necesario para proteger a mi familia y nuestra manada.

Llegamos al refugio, el campamento de nuestra manada, y lo que veo es un escenario de destrucción y caos. Las tiendas están destrozadas, y hay cuerpos por todas partes, me acerco a los heridos Mis hermanos y yo nos miramos, y sabemos que tenemos que actuar rápido.

Sebastian, con su poder de comunicarse con las plantas y mover la tierra, crea una barrera de raíces y rocas que nos protege de nuestros enemigos. Maria, con su poder de manipular el viento, lanza una ráfaga de aire que golpea a nuestros enemigos y los hace retroceder.

No se a donde mirar, todos estan usando sus poderes y me enfoco en curar y avanzar. Gael, con su poder de controlar el fuego, lanza una bola de llamas que impacta en un grupo de atacantes y los hace arder.

En medio de la batalla, Sebastian se acerca a mí protegiéndome del lobo enemigo que me hace retroceder pero mi hermano lo aplasta con los bloques de tierra que forma y le caen encima.

—Amira, sana a este herido. Está grave.

Me acerco al lobo herido y coloco mis manos sobre su herida. Siento la energía de mi poder fluyendo hacia él, y veo cómo su herida comienza a cerrarse pero en medio de la batalla busco a mi papa.

—Gracias, Amira —dice Sebastian—. Necesitamos que se recupere para que pueda seguir luchando.

—Lo estoy haciendo lo mejor que puedo —respondo, sin dejar de sanar al herido.

Maria se acerca a nosotros, lanzando ráfagas de viento que golpean a  los lobos mandándolos lejos. Es una loba muy poderosa, combatiendo a larga distancia porque es poco probable que a ella se le acerquen.

—¡Cuidado! —grita—. ¡Vienen más!

Gael se vuelve hacia ella y lanza una bola de fuego que impacta en el grupo de enemigos que se acercan.

Pero son demasiado, nos superan en mayoría y en fuerza.

—¡No te preocupes! —dice—. Los estamos conteniendo.

—Amira, hay un grupo de enemigos — Sebas—que se están acercando por detrás. Tenemos que protegernos.

Me vuelvo hacia él y veo que tiene razón.

—Sebastian, ¿puedes crear una barrera para protegernos? —pregunto.

Sebastian asiente y crea una barrera de raíces y rocas que nos protege. Maria y Gael siguen luchando, lanzando ráfagas de viento y bolas de fuego que impactan en nuestros enemigos.

La batalla sigue y sigue, con ambos lados luchando con todas sus fuerzas. Pero gracias a los poderes de mis hermanos y mi habilidad para sanar, estamos empezando a ganar terreno.

Busco a mi padre en medio del caos, pero es imposible encontrarlos en la confusión. Mis hermanos y yo estamos luchando con todas nuestras fuerzas, y parece que estamos ganando terreno. Sin embargo, justo cuando pensamos que estamos cerca de vencer, un nuevo grupo de enemigos aparece en el horizonte.

Son lobos de la manada del temible Thane Luna plateada. Los reconozco por la ropa de cuero negro que usan, y por la forma en que sus cuerpos musculosos se mueven con una fuerza y agilidad sobrehumanas. Son guerreros entrenados para matar, y no tienen piedad.

En un parpadeo, nos vemos rodeados y superados en número. Mis hermanos y yo luchamos con todas nuestras fuerzas, pero es evidente que estamos en desventaja. Los lobos de Luna plateada son demasiado fuertes, demasiado rápidos y demasiado bien entrenados.

A pesar de que podríamos pelear hasta la muerte, mis hermanos y yo sabemos que no tenemos ninguna posibilidad de ganar. Los lobos son demasiado poderosos, y no tenemos ninguna opción más que rendirnos.

Gael me toma de los brazos, su mirada intensa y desesperada.

—Amira, tienes que huir —me dice, su voz baja pero urgente.

—No —respondo, sacudiendo la cabeza—. No los voy a dejar.

Gael me sacude, su agarre firme pero no doloroso. Me lleva contra un árbol, y me sujeta contra el tronco.

—Amira, escúchame —dice, su voz llena de emoción—. Tienes que escapar. Eres la única oportunidad que tienes.

—No puedo —digo, tratando de zafarme de su agarre—. ¿Cómo los voy a dejar? No los voy a abandonar.

—Tienes que largarte, Amira —dice—. Tienes que sobrevivir. Es la única forma.

—No sin ustedes —respondo, mi voz temblando.

—Amira, no seas estúpida —dice—. Eres la única que puede seguir adelante. María, Esteban y yo... estamos condenados. Pero tú... tú tienes una oportunidad. No la desperdicies. Hazlo por mama, por favor, por mama.

Y ahí esta otra vez, ese momento donde veo la destrucción de todos y no puedo hacer nada para evitarlo. Mis hermanos van a morir, mi manada perecerá y sin embargo pese a saberlo, no encuentro la formula para cambiar el destino.

Gael me empuja, y mis pies se mueven sin que yo sepa por qué. Estoy huyendo del sitio de la batalla, sin saber cuánto tiempo corro. Me sostengo de un árbol, jadeando, y de repente me llega una visión.

En la visión, no veo a mis hermanos muertos ni a nuestra manada pereciendo. Por el contrario, hay una luz de esperanza. Me detengo un momento, confundida y sin saber qué hacer con la visión que acaba de llegar. Si hago algo, si tomo decisiones, puedo cambiar el futuro. Eso es lo que me dijo mi madre.

Me quedo paralizada al pensar que sí, huyendo, acabo de cambiar el destino. ¿Eso quiere decir que si huyo, todos perecen? Pero si regreso... puede haber una luz de esperanza. La visión me muestra que hay una posibilidad de salvar a mis hermanos, de salvar a nuestra manada.

Me doy la vuelta, decidida. Regreso al campo de batalla, con el corazón latiendo con fuerza en mi pecho. No sé qué me espera pero sé que tengo que intentarlo. Tengo que luchar por mi familia, por nuestra supervivencia. La visión me ha dado esperanza, y no voy a dejar que se desvanezca.

Llego al campo de batalla y me encuentro con una escena tensa. Veo a un grupo de personas arrodilladas y siendo sometidos por un grupo de hombres armados. Entre ellos, veo a mis hermanos Gael, María y Esteban, y siento un alivio momentáneo al ver que están vivos.

—Así que ustedes son los famosos lobos de Diamante Blanco —dice, con una voz llena de desprecio—. Pensé que serían más fuertes.

Sigo detrás de un árbol grande sin que nadie me vea y desde mi punto observo al hombre que lidera al grupo de grandes lobos. Es un hombre musculoso y dominante, con una mirada intensa que parece atravesar el infinito.. Tiene todo un ejército detrás de él, y su presencia es imponente.

—No me gusta repetir las cosas dos veces—advierte con su voz alarmante— ¿ustedes son los lobos de Diamante Blanco, ¿verdad?

Nadie dice nada, pero su voz, por la madre luna, su voz me trae el recuerdo del hombre que veo en mis sueños. Y al repararlo todo llega de golpe..

Su cuerpo, su imponencia, su fortaleza, la postura desafiante.

El pecho se me hunde.

No tengo duda.

Todo está claro…

Es el,

Es, es, el hombre de mis sueños.

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