La explosión había dejado el aire cargado con el olor a pólvora y metal quemado. El caos reinaba, y aunque el sonido del fuego crepitando a lo lejos parecía más distante, su poder destructivo aún resonaba en sus cuerpos, como un eco que no se podía borrar. Sofía, Clara, Leo y Andrés estaban al borde del colapso, su mente y sus cuerpos agotados por la tensión. A pesar de todo, había algo en el aire que les decía que aún no había terminado. La batalla apenas había comenzado.
Sofía, sin embargo, no se permitió un solo segundo de debilidad. Su mirada se mantenía fija en el horizonte, observando las sombras que se deslizaban entre los escombros. Cada movimiento podía significar una trampa, un nuevo peligro esperando en la oscuridad. Se giró rápidamente hacia Clara, quien aún intentaba procesar lo sucedido, el miedo brillando en sus ojos.
-¿Estás bien? -preguntó Sofía, su tono grave pero tranquilo.
Clara asintió, aunque la preocupación seguía evidente en su rostro. A su alrededor, el sonido