El reloj marcaba las 7:00 p.m. cuando Isabela finalmente abandonó el imponente edificio de Luján Enterprises, su mente llena de pensamientos dispersos. La reunión había terminado, pero el eco de las conversaciones entre los inversores aún retumbaba en su cabeza. No había logrado lo que esperaba, y lo peor de todo: Natalia había dejado claro que no iba a rendirse sin luchar. La joven Ferrer había logrado algo que pocas personas podían: inquietarla, desafiarla con su audacia y, sobre todo, con su capacidad para conectar con aquellos que podían cambiar el rumbo de la industria. Isabela no podía permitirse que eso sucediera. No con todo lo que había construido a lo largo de los años.
La noche caía con lentitud sobre la ciudad, y a pesar de la luz de las farolas, Isabela sentía que algo oscuro se cernía sobre ella. La sensación de que las piezas del tablero se movían a una velocidad imparable la tenía al borde. Sabía que, para derrotar a Natalia, debía ser más estratégica que nunca. No pod