El grito rasgó la quietud de la noche como un cuchillo. Liria se incorporó de golpe en su cama, con el corazón martilleando contra sus costillas. Por un instante, creyó que había soñado aquel alarido, pero entonces lo escuchó de nuevo, más cercano, más desesperado.
—¡Fuego! ¡Fuego en el ala sur!
Sus pies descalzos tocaron el suelo helado antes de que su mente terminara de despertar. Se envolvió en una capa sobre el camisón y corrió hacia la ventana. El resplandor anaranjado iluminaba el patio interior, proyectando sombras danzantes sobre la nieve. Figuras oscuras corrían en todas direcciones, formando cadenas humanas con cubos de agua.
Algo en su interior se tensó. El ala sur. Los archivos.
Sin pensarlo dos veces, Liria salió disparada de sus aposentos. Los pasillos estaban inundados de sirvientes y guardias que corrían en dirección contraria a la suya. Nadie intentó detenerla; el caos había suspendido temporalmente las estrictas normas que regían su existencia en Norvhar.
El calor la