98. Y el bosque entero enmudece.
Los disparos resuenan en el aire como truenos, desgarrando la noche. La adrenalina se mezcla con el miedo y la urgencia en mis venas. No puedo pensar, solo moverme, correr, sentir a Rita a mi lado mientras sorteamos árboles y raíces traicioneras.
Los cazadores están demasiado cerca. Puedo olerlos. Su sangre, su sudor, la pólvora en sus armas.
—¡No mires atrás! —gruño, tirando de Rita cuando tropieza con una rama.
Sus dedos se aferran a los míos, su respiración es errática, pero sigue adelante. Es fuerte.
Más fuerte de lo que jamás imaginé.
Un disparo impacta en la corteza de un árbol junto a mí. Maldigo en voz baja. Nos están cercando.
Rita me mira con el rostro pálido y los labios entreabiertos. Sé que está aterrada, pero no dice una palabra.
Nos deslizamos entre la maleza hasta una pendiente. Sin detenerme, la envuelvo con mis brazos y nos dejamos caer. Rodamos, tierra y hojas secas pegándose a nuestra piel, hasta estrellarnos contra una roca en el fondo.
El impacto me deja sin aire