104. El Silencio de los Árboles.
El segundo amanecer trajo una calma que no era paz, sino una pausa entre tormentas. La nieve cesó, pero el cielo permanecía cubierto de un gris sucio, como una piel sin alma. Rita salió antes que Luke. Caminó hasta el pozo, con las botas enterrándose en la escarcha, y llenó un balde con agua helada. La rutina la mantenía cuerda, pero esa mañana algo la hizo detenerse.
El bosque no sonaba.
Ni pájaros.
Ni ramas crujiendo.
Ni el viento.
Nada.
—Luke —susurró. Pero ya no había eco en su voz.
Él salió corriendo segundos después, los pies desnudos, el pecho agitado. No necesitaba verla para sentirla. Su miedo vibraba en el aire como un tambor de guerra.
—¿Qué es? —preguntó, con los colmillos asomando levemente.
Rita lo señaló. No al bosque, no al cielo, sino al suelo. Alrededor del pozo, la nieve no se derretía con el calor de su presencia. Al contrario… se estaba congelando más.
Una delgada capa de escarcha se formaba bajo sus pies, como si algo estuviera drenando el calor del mundo.
—Esto