Al terminar de hablar con Lucca, siguieron en la fiesta, pero Bastien secuestró a Kate.
— ¿Dónde vamos?
— A descansar, te ves cansada — Kate sonrió y se apoyó en su hombro mirando la ciudad.
El rugido suave del motor acompañaba el silencio cómplice que compartían. Bastien conducía con una sola mano, la otra entrelazada con la de Kate, acariciando su dorso con el pulgar. Ella lo miraba de reojo, aún con el rubor de la noche en las mejillas.
—No estamos yendo a casa… —susurró ella, con una sonrisa curiosa.
—Esta noche, el mundo puede esperar —respondió él, sin apartar la vista del camino—. Esta noche, quiero que seas solo mía.
Kate no preguntó más. Algo en su voz, en esa mirada contenida que le había lanzado toda la noche, le decía que se avecinaba algo especial.
Y no se equivocaba, Kate reconoció el edificio del departamento de Bastien el cual se habían venido a quedar la primera vez que vinieron a Milán.
Cuando el ascensor se abrió caminaron hacia el departamento, Bastien estaba calla