Mi hermano sobreprotector.
AMELIA
Llegué a mi departamento con las mejillas todavía rojas y el corazón haciendo maratón en mi pecho.
Me costó abrir la puerta porque las manos me temblaban. Apenas entré, solté un suspiro largo, de esos que salen cuando sientes que estás viviendo algo más grande que tú.
—¿Quién te trajo?
Me congelé.
Mi hermano estaba apoyado en la pared del ventanal, con los brazos cruzados y esa ceja levantada que solo usaba cuando iba a interrogar a alguien.
—¿Y bien? ¿Quién era?
Tragué saliva y dejé el abrigo sobre el perchero.
—Un chico...
—No me digas. Pensé que era Uber.
—No seas irónico.
—¿Nombre? Edad. Ocupación. ¿Tiene antecedentes? ¿Está vacunado? ¿Cuántas veces ha matado a alguien en sus sueños?
Rodé los ojos y me quité los zapatos con torpeza.
—No te diré el nombre porque te conosco.
—¿Italiano?
—No. Bueno… no sé. ¿Importa?
Él dio un paso al frente.
—¿Y desde cuándo sales con él?
—No estamos saliendo… exactamente.
—¿Y qué hacen? ¿Recogen hongos en el bosque?
Le lancé un cojín, pero él