ADELINE DE FILIPPI
Habían pasado dos días desde el cumpleaños de mis hermanos, y aunque el confeti ya había sido barrido y los globos pinchados, todavía quedaba pastel en la nevera… y pendientes laborales en mi bandeja de entrada. Entre ellos, un correo de Silvano preguntando sobre unos contratos y proyectos que debíamos revisar con urgencia.
Pensé en responderle por escrito, pero me pareció mejor hacer una videollamada y dejar todo resuelto de una vez.
—Silvano, ¿tienes los papeles a mano? —escribí.
—Sí, señorita —respondió enseguida.
—Perfecto, conectémonos.
Acomodé mi laptop en el escritorio, alisé mi blusa por reflejo y me recogí el cabello mientras cargaba la llamada. Él apareció en pantalla con su habitual elegancia: camisa oscura, cuello perfectamente planchado, y esa expresión serena y enfocada que tanto lo caracterizaba. Me ofreció una sonrisa leve, pero genuina.
—Hola, Silvano, ¿cómo va todo por allá?
—Todo bien, señorita. Pero recibí un correo de Cosmos S.A. Quieren adelant