ADELINE DE FILIPPI
Habían pasado varios días desde la fiesta. Pero el calendario no perdonaba. Era hora de volver a Italia.
Estaba en mi habitación, cerrando la maleta con dificultad, cuando sentí unos golpecitos suaves en la puerta.
—¿Puedo pasar? —preguntó Anny, asomando la cabeza con una sonrisa que ya me olía a trampa.
—Claro —respondí, haciendo espacio sobre la cama—. Pero no me digas que vienes a meter más ropa en mi maleta, porque no cabe ni una media.
Ella soltó una risita y se sentó a mi lado. No habló de inmediato. Jugaba con los bordes de la manta, como si buscara las palabras justas para lo que venía.
—Addy...
—Ajá...
—Quería pedirte algo.
Levanté una ceja.
—¿Qué quieres? Pensé que el vestido, el collar y la fiesta sorpresa eran suficientes.
Ella sonrió como niña traviesa.
—Es que este no es material. Es... una petición especial.
La miré fijamente. Ya sospechaba algo.
—¿Qué quieres, Anny?
Se mordió el labio inferior.
—Me gustaría ir a estudiar a Italia... Faltan algunos me