Entré al despacho con el corazón temblando.
Papá estaba ahí, leyendo algo en su Laptop, pero me miró en cuanto abrí la puerta.
Y supo.
Él siempre sabe.
Cerré la puerta tras de mí.
Respiré hondo.
—Papá… quiero hablar contigo.
—¿Sobre Lucien?
Asentí.
Me senté frente a él. No podía quedarme de pie. Me temblaban las manos. El pecho.
—Me pidió que me fuera con él a Italia —dije sin rodeos.
Vi cómo su mandíbula se tensó.
Pero no dijo nada.
—Y quiero ir —continué—. No por impulso. No por locura. Porque…
—Porque no soportarías estar lejos de él nuevamente —me interrumpió con la voz de quien ya lo sabía todo.
—Papi… siento que allá empieza nuestra historia de verdad.
Papá se levantó lentamente de su asiento y caminó hasta la ventana.
Silencio.
—Papá…
—¿Y si te rompe el corazón allá? —preguntó sin girarse.
—Puede romperlo aquí también…
Respiró hondo.
—Pero aquí estoy yo. Está tu madre. Están tus hermanos para consolarte.
—Confío en que Lucien no me romperá el corazón, papi. Y si lo hace, te lla