SILVANO DE SANTIS
Caminaba por el pasillo principal con las manos en los bolsillos y una sonrisa tan amplia que hasta el guardia de seguridad me preguntó si me habían subido el sueldo.
—Mucho mejor que eso —murmuré sin detenerme.
Había esperado este momento. Pacientemente. Desde aquella reunión con Bastien de Filippi, quien será mi suegro en poco tiempo, reunión en la que Lucien se burló de mis nervios y le dijo a un ya muy enojado Bastien que me había enamorado de Addy primero y que había rechazado a Anny. Desde que dijo que tenía un gusto especial por las de Filippi. Pues bien… hoy lo vería hervir.
Me detuve frente a la puerta de su oficina. Supiré disfrutando cada segundo.
Entré haciendo que Lucien levantara la mirada desde su escritorio, elegante como siempre, con esa ceja arrogante que siempre alzaba cuando algo le parecía extraño.
Saqué el celular. Cámara frontal. Grabando.
—Esto merece quedar inmortalizado —susurré con una sonrisa torcida.
—Vaya… —dijo, recostándose en la si