SILVANO DE SANTIS
Los días habían pasado lentos. La relación con Bastien De Filippi había sido tensa, pero respetuosa. Lo entendía, vaya que sí lo entendía: Anny era su bebé, y se estaba enredando con un hombre peligroso que él no conocía.
Le había entregado toda mi investigación de Seraphim Corp el mismo día que la pidió, lo mismo hizo Lucien, varios días trabajamos en el despacho de Lucien buscando alguna pista de la cabeza de esa maldita organización.
Almorzábamos juntos, yo iba por Anny a la universidad y seguía con mi papel de asistente. Había sido una gran cuartada; gracias a eso nadie sabía que yo era el jefe que nadie conocía.
Me estaba preparando porque a las doce iríamos a despedir a Bastien. Tenía que seguir la investigación y cosas que hacer en América y debía volver, lo cual, honestamente, era un gran alivio.
—¿Amor, aún nervioso? —preguntó ella, como cada día que su padre estuvo acá.
Sonreí, y ella también. Cerré las persianas de mi oficina y la estreché entre mis brazos